Pareciera que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador ya le agarró la medida a los demócratas de La Casa Blanca, porque rara vez encuentra alguna respuesta ante sus posicionamientos más radicales, como este de ayudar a la dictadura cubana con todo lo que sea necesario, incluido el petróleo.

El pragmatismo del gobierno de Joe Biden ha llevado a que la relación bilateral se centre en los temas importantes de la agenda de Washington, migración, fentanilo, y dejar sin atención los coqueteos del régimen mexicano con los dictadores de la región.

Que el gobierno de López Obrador aparezca como amigo de las dictaduras seguramente elevará la agresividad del discurso republicano durante la campaña presidencial, pero tampoco es un tema que atraiga la atención de los electores de aquel país.

El enamoramiento de López Obrador es con el régimen cubano no con la población de la isla que, efectivamente, sufre los efectos de un bloqueo económico histórico. Pero, sobre todo, sufre las consecuencias de vivir bajo un régimen totalitario que limita las libertades y las oportunidades.

El mejor ejemplo que tenemos es el de los famosos médicos cubanos. Reclutas de una dictadura que vienen a México a trabajar y de un pago extraordinario que realizó el gobierno mexicano por esos servicios, los profesionistas sanitarios solo recibieron migajas.

El petróleo que México vende y regala a la isla es controlado por el régimen y entregado de forma racionada y discrecional a los habitantes de la isla.

Los mexicanos tenemos que optar por una vacuna cubana contra la Covid-19 que no tiene avales internacionales, ni está actualizada como otros tantos biológicos del mundo, porque es otra manera de hacer traspasos de recursos a la isla.

Los atavismos ideológicos de este régimen tienen consecuencias negativas para la propia población mexicana.

Claramente en materia energética, México habría sacado mucho más provecho, riqueza y bienestar social de una alianza con Estados Unidos y Canadá, como se propuso en la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, que con regalar barriles de petróleo a Cuba.

Esa tendencia de llevarse con los tiranos de la región latinoamericana no cae bien, pero tampoco genera un ruido exagerado con el principal socio comercial de este país.

Algo que sí causa una molestia mayor en Washington es que, por razones absurdas e incomprensibles, el régimen lopezobradorista no haya condenado abiertamente la invasión rusa a Ucrania y, por el contrario, permita que en el desfile de independencia participe un contingente del tirano Vladimir Putin.

Cala también que la falta de entendimiento entre lo que es un grupo terrorista y lo que es un pueblo secuestrado por ese grupo terrorista y esto haga que el gobierno mexicano no condene abiertamente los actos atroces en contra de gente inocente en Israel a manos de Hamás.

Hay una línea del juego de la vieja izquierda latinoamericana que este régimen no debe cruzar para mantener una relación cordial con su principal socio comercial.

Por ejemplo, el régimen de López Obrador entendió que China sería una cercanía peligrosa y prefiere no explorarla. Pero hay otras actitudes que también cansan entre los países democráticos.

 

    @campossuarez