Europa se encuentra inmersa en su segundo invierno desde que decidió cerrar las compuertas de los gasoductos rusos. No obstante, a pesar de haber llenado sus reservas de gas al 90% y haber adoptado medidas de austeridad en el consumo energético, la sombra de la crisis energética persiste.

A lo largo de la historia, Europa ha mantenido una fuerte dependencia del gas ruso. Y aunque ésta ha disminuido en cierta medida, la incertidumbre en torno a la estabilidad de los precios de la energía sigue siendo evidente en los mercados globales. Mientras tanto y ante el caos energético, Estados Unidos se ha visto beneficiado con un aumento significativo en las exportaciones de Gas Natural Licuado (GNL) a Europa, alcanzando casi 64 mil millones de metros cúbicos el año pasado.

Ante esto, el Reino Unido se encuentra en una posición delicada debido a la falta de esfuerzos coordinados para reducir el consumo de gas, ya que a pesar de aumentar las importaciones de GNL y relegar el impulso hacia fuentes de energía nacionales, su estrategia a largo plazo es incierta.

Alemania, por su parte, ha respondido de manera más proactiva, ampliando sus instalaciones de almacenamiento de gas, al tiempo que busca disminuir el consumo a largo plazo mediante medidas legislativas en materia de eficiencia energética. No obstante, la rápida expansión de terminales de GNL ha suscitado preocupaciones ambientales.

A su vez, Francia, con una menor dependencia del gas y una importante presencia de centrales nucleares, ha implementado medidas para reducir el consumo de energía y aumentar el almacenamiento. España, con su infraestructura de importación de gas y medidas obligatorias de ahorro de energía, ha logrado reducir la demanda y exportar electricidad a sus vecinos, lo que le ha proporcionado cierta resiliencia ante los desafíos energéticos. Por su parte, Polonia, ha acelerado su búsqueda de importaciones a través de terminales de GNL.

Como se puede ver, el aumento de los precios del gas en Europa se debe principalmente a la disminución del suministro ruso, lo que ha convertido al GNL en la principal alternativa. Sin embargo, esto ha llevado a un aumento significativo en los precios mayoristas de la electricidad, reflejando los mayores costos del GNL y la insuficiencia de la generación nuclear e hidroeléctrica.

En ese sentido, la crisis energética ha llevado a la destrucción de la demanda, donde algunos consumidores reducen su consumo al mínimo debido a los altos precios, lo cual ha endurecido los mercados europeos de energía, haciendo que pequeñas fluctuaciones en la oferta, tengan impactos significativos en los precios.

No obstante, en el mejor de los escenarios, esta crisis probablemente incentive la transición hacia energías renovables y prácticas más eficientes en el uso de la electricidad. Sin embargo, las soluciones deben ser equilibradas, ya que el apoyo financiero gubernamental masivo podría resultar prohibitivamente costoso.

¿O será otra de las cosas que no hacemos?

 

Consultor y profesor universitario

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