Si el famoso bastón, aquel que recibió “la coordinadora” es efectivamente un bastón de mando, debería pararse frente al recinto legislativo de San Lázaro y tocar la puerta de cada uno de los diputados y senadores de su partido político para que le expliquen cómo es que ese paquete económico que propuso la hacienda pública, con un descarado gasto electoral, no va a provocar que el régimen de Andrés Manuel López Obrador herede una crisis financiera al siguiente gobierno.

Y desde la oposición, como no los dejan ni siquiera pasar por la primera puerta del Palacio Nacional y menos tienen una mayoría para recomponer los números presupuestales, lo que deben hacer es desmenuzar cuanto antes los riesgos que implica el manejo financiero del último año de López Obrador y plantear con expertos cómo le harían para rescatar al país a partir del 1 de octubre del 2024.

Las dos mujeres que aspiran al poder presidencial deben tener claro cuál es el contexto económico-financiero que enfrentarían en el sexenio 2024-2030. Lo podrán reflexionar muy en silencio desde el oficialismo o de manera estridente desde la oposición, pero lo tienen que hacer ya.

Aquello de las finanzas públicas sanas es una línea discursiva del régimen de López Obrador. Las amenazas a la estabilidad financiera son reales y las propuestas de los criterios económicos, la Ley de Ingresos y el Presupuesto de Egresos de la Federación para 2024 son, en su conjunto, un paso muy a la orilla del barranco de una crisis.

Es tan sencillo como esto, las más altas calificaciones crediticias que ha tenido México dentro del llamado grado de inversión se dieron el sexenio pasado, pero en este régimen la constante ha sido la baja.

Sin perder ese nivel que separa la recomendación de inversión del papel basura, la deuda del gobierno mexicano llegó ya, ante la vista de algunas de las más importantes calificadoras, al último escalón antes del precipicio.

Y si bien todas las casas financieras que se dedican a esta evaluación no tienen a México bajo la lupa de la perspectiva negativa, es un hecho que eso puede cambiar en cualquier instante.

Si no le gustan las firmas calificadoras a este régimen es porque no están para darle coba a la autollamada Cuarta Transformación, sino para ser fieles a sus clientes quienes les pagan para advertir los peligros financieros y más vale escucharlas con más claridad que “los otros datos”.

Entonces, si la deuda mexicana ya llegó a la orilla del precipicio de la degradación crediticia, la condición financiera de Petróleos Mexicanos es la piedra que cuelga en el vacío y que está amarrada al cuello de las finanzas públicas. Y el paquete económico propuesto para el 2024 es como inclinar el piso hacia el despeñadero.

La consigna de quien realmente mantiene el bastón de mando es ganar las elecciones al costo que sea y, por lo visto, sin importar las consecuencias.

Solo que, cuando al componente político se le acabe el carisma va a ser muy difícil gobernar en medio de una crisis que provoque más desempleo, más pobreza y menos crecimiento.

Si las aspirantes presidenciales lo entienden, podrían lograr que muchos legisladores moderen los impactos negativos del paquete económico a cambio del visto bueno para “chapulinear” o reelegirse.

 

    @campossuarez