En un contexto de crecientes tensiones internacionales y esfuerzos diplomáticos que están dando forma al panorama global, el Presidente de Estados Unidos ha vuelto a situar a China en el epicentro de su política exterior.

Recientemente, Joe Biden manifestó críticas en torno a la situación económica en China, la cual, según sus palabras, está experimentando un crecimiento constante de problemas que la convierten en una especie de “bomba de tiempo”, haciendo hincapié en el elevado desempleo y el envejecimiento de la mano de obra en China. Además, de criticar la Iniciativa Franja y Ruta, refiriéndose a ella como una fuente de deuda a efecto de los cuantiosos préstamos otorgados a naciones en desarrollo.

No obstante, y a pesar de estas tensiones, Biden continúa expresando –quizá de manera irónica– su deseo de establecer una relación racional con China y ha buscado reactivar el diálogo con esta potencia. Esto se manifestó de manera tenue en la visita de Antony Blinken a Beijing, como un esfuerzo por resolver tensiones y encontrar áreas de cooperación.

Los comentarios de Biden son algunas de sus críticas más directas hasta la fecha hacia su principal rival geopolítico. El presidente ha tratado de navegar por una línea delicada, utilizando restricciones comerciales para contener el avance militar de alta tecnología de China, mientras busca simultáneamente un acercamiento diplomático con sus líderes.

Y aunque si bien esto último podría allanar el camino para una posible reunión con Xi Jinping este año durante la cumbre de la APEC, la realización de este encuentro no está del todo garantizado, especialmente después de informes que sugieren que la Casa Blanca podría prohibir la participación del líder de Hong Kong, John Lee, aunado a las una orden ejecutiva que impone límites a las inversiones estadounidenses en ciertas empresas tecnológicas chinas.

A su vez, como ya decía, Biden ha afirmado que Washington no busca un conflicto con Pekín. Sin embargo, una serie de asuntos, entre los que se encuentran las tensiones militares en torno a Taiwán, amenazan con volver a desviar la relación entre ambas naciones.

En tales circunstancias, es fundamental reconocer que los vínculos entre Estados Unidos y China son complejos y multifacéticos. La retórica enérgica y las acciones restrictivas pueden tener consecuencias significativas, pero es esencial que ambos países encuentren formas de abordar sus desacuerdos y trabajen juntos en cuestiones globales apremiantes.

Debido a que si bien las declaraciones de Biden pueden ser provocadoras, reflejan la creciente preocupación de Estados Unidos por el ascenso de China en el escenario mundial. No obstante, encontrar un equilibrio entre las medidas disuasorias y las iniciativas diplomáticas, es un desafío delicado y, por ende, las consecuencias de un deterioro serían por demás significativas para la economía global.

¿O será otra de las cosas que no hacemos?

 

Consultor y profesor universitario

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