En la política, a menudo somos testigos de líderes que emergen de la penumbra para enfrentar momentos cruciales en la historia. Hoy en día, podríamos decir que un ejemplo de ello se presenta en la figura de Olaf Scholz, quien en un inicio parecía encarnar un liderazgo reservado, pero cuya destreza en las turbulentas aguas de la política alemana pronto se hizo patente cuando logró tejer una coalición trilateral inusual: Socialdemócratas, Verdes y el Partido Democrático Libre (FDP).

Esta coalición se levantó en respuesta del resurgimiento de la extrema derecha en Europa, presentando un programa de gobierno que abarcaba desde la descarbonización de la economía hasta la aceleración de la digitalización. Sin embargo, el punto de inflexión en su mandato se produjo con la inesperada invasión de Ucrania.

En ese momento crítico, Scholz sorprendió a todos al anunciar la transformación de Alemania en un actor militar. Una decisión que no se había escuchado desde la Segunda Guerra Mundial, y que no sólo cosechó el aplauso en el parlamento, sino que también elevó su aprobación en las encuestas.

A nivel internacional, su enfoque es igualmente inusual. Scholz tiende a mantenerse en un segundo plano en cumbres internacionales, a pesar de hacer de Alemania el segundo mayor proveedor de armas de Europa a Ucrania. Y aunque si bien ello le ha provocado críticas, su estilo de liderazgo es apreciado tanto por los estadounidenses como por la OTAN, quienes le han otorgado un amplio margen de maniobra.

En el ámbito nacional, su coalición se enfrenta a desafíos significativos, especialmente debido a la reticencia del FDP hacia el gasto público y la industria automotriz, además de las tensiones dentro de los Verdes; pues en lugar de liderar desde el frente, Scholz asume con frecuencia el papel de árbitro, lo que puede confundir a sus aliados y votantes sobre sus creencias y prioridades.

En ese contexto, el auge en las encuestas de la extrema derecha, representada por Alternativa para Alemania (AfD), es un desafío que no se puede pasar por alto, pues plantea un serio dilema para la política y el apoyo occidental a Ucrania.

No obstante, a pesar de los desafíos, Alemania está progresando significativamente en áreas cruciales como la promoción de la energía renovable y la disminución de su dependencia de Rusia en cuanto a suministro de petróleo y gas. Mientras que su compromiso con el aumento del gasto en defensa y su cambio de enfoque en política exterior, parecen marcar un punto de inflexión histórico.

Ante dichas circunstancias, la pregunta clave que enfrenta Scholz es si puede liderar de manera más dinámica y efectiva en estos tiempos críticos. La política progresista europea observa con atención, buscando un líder capaz de impulsar un cambio significativo.

La historia aún no ha revelado su verdadero potencial como líder. Sin embargo, Scholz parece erigirse como un enigma político, con un estilo tranquilo que contrasta con el agitado entorno que lo rodea. Por lo que su capacidad para liderar desde atrás, podría ser su mayor fortaleza o su mayor debilidad.

¿O será otra de las cosas que no hacemos?

 

Consultor y profesor universitario

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