En medio de un escenario en el que los jóvenes chinos han forjado sus expectativas en torno al dinamismo económico y a la movilidad social, el futuro que enfrentan se vislumbra incierto y desalentador, pues a medida que la economía lucha por sostener su ritmo de crecimiento, éstos se encuentran atrapados en una monotonía laboral marcada por salarios insuficientes y perspectivas limitadas.

La generación actual de jóvenes chinos ha crecido bajo la promesa de un futuro brillante. Sin embargo, el panorama se ha oscurecido. El desempleo juvenil ha alcanzado niveles preocupantes, con una tasa de más de 20% –una cifra tan preocupante que este mes, el gobierno dejó de publicar los datos.

De hecho, incluso aquellos que lograron obtener educación superior, se enfrentan a la cruda realidad de que sus habilidades no se alinean con las demandas de un mercado laboral que exige altas cargas de trabajo, al tiempo que ofrece una baja remuneración. A pesar de ello, el presidente Xi Jinping ha instado a los jóvenes a sacrificar su juventud y a abandonar su “arrogancia aspiracional” en aras del progreso nacional.

No obstante, esta retórica no parece resonar con la generación actual, donde el malestar se ha traducido en un nihilismo generalizado, que podría conllevar implicaciones de gran calado para las ambiciones chinas, tanto en el ámbito político como en el económico, dado que los jóvenes constituyen al menos una cuarta parte de la población, lo cual plantea cuestionamientos acerca de la capacidad del gobierno para preservar la estabilidad y retener el apoyo de la población.

Por lo que a medida que los jóvenes enfrentan obstáculos para alcanzar sus metas, el partido dirigente se encuentra ante un dilema: las políticas actuales de control y represión pueden frenar las manifestaciones de descontento, pero no resuelven los problemas subyacentes.

En tales circunstancias, resulta interesante examinar cómo estos desarrollos internos pueden resonar en el ámbito internacional, especialmente en el marco de una coyuntura, donde China funge como uno de los principales países emergentes, habiendo demostrado un notorio avance en su proyección global durante las últimas décadas. Debido a que si bien la situación interna puede parecer desafiante, su influencia internacional continúa creciendo, y su participación activa es un testimonio de esto.

No obstante, el malestar generalizado podría tener un impacto en el papel de China en la arena global; ya que mientras busca consolidar su posición como potencia económica y política, no debe subestimar la importancia de abordar las preocupaciones y expectativas de su propia población joven, quienes, al final del día, son un componente esencial de su éxito tanto interna como externamente.

En ese sentido, las circunstancias actuales no sólo ponen en tela de juicio la narrativa de crecimiento ininterrumpido, sino que también parecen plantear desafíos significativos para la estabilidad y el progreso del país en el largo plazo.

¿O será otra de las cosas que no hacemos?

Consultor y profesor universitario

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