La psicología de los sentimientos humanos respecto a la violencia que rodea a la sociedad es muy complicada de explicar, de razonar y de prever. Las cifras de largo plazo sobre la percepción social de inseguridad que publica cada tres meses el Inegi ilustran un escenario histórico de temor ciudadano que llegó a principios del 2018 a su techo de 75%, pero no ha podido bajar del piso de 60%.

En contraste, los reportes gubernamentales de seguridad, basados en documentos oficiales, muestran una tendencia que llegó a su punto mínimo en el segundo trimestre del 2020, pero que comenzó a subir en los últimos dos años.

El análisis de las cifras y percepciones tiene que atender un punto muy específico: como nunca en sexenios anteriores, en el actual ha habido recursos, personal, permisos constitucionales y despliegue en toda la República, pero en términos generales, por ejemplo, la incidencia delictiva ha disminuido sólo 17.9%, cuando en realidad el efecto de seguridad debió de haber sido mayor.

Lo que queda claro es que hay mayor vigilancia y presencia disuasiva, pero no hay órdenes operativas para perseguir y desmantelar a las organizaciones delictivas organizadas y dispersas, y buena parte de los datos gubernamentales revelan que los homicidios dolosos son producto de la disputa criminal por territorios entre las bandas delictivas.

Un reporte de instituciones penales difundido esta semana por el Inegi revela, como dato analítico, que en 2022 hubo 2.1 millones de delitos en todo el país, pero poco más de 138 mil personas fueron detenidas y encarceladas, 6.5%, lo que probaría el alto grado de delitos en negro que ocurren sin ser perseguidos.

El problema de la inseguridad, por lo tanto, tiene que ver con la estrategia de combate a la delincuencia.

Zona Zero

  • Se siguen acumulando evidencias de que Estados Unidos está en medio de un gravísimo problema de salud pública por el consumo tolerado de drogas; a las tradicionales mariguana y cocaína se agregó el fentanilo y ahora circula con demasiada facilidad una droga conocida como zombi y se multiplican las fotografías de consumidores en las calles justamente como zombies, pero sin que ninguna autoridad tome cartas en el asunto. Nueva York, San Diego y ahora Filadelfia tienen calles invadidas por zombies drogadictos.

 

(*) Centro de Estudios Económicos, Políticos y de Seguridad.

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