La declaración presidencial de que los grupos delictivos han logrado penetrar a la sociedad y construir bases sociales podría ser el reconocimiento de que la estrategia para combatir la inseguridad por el lado de las causas no estaría dando los resultados esperados.

La propuesta de construcción de la paz no se basó en la búsqueda de algún pacto criminal, sino en la reconstrucción del tejido social, político y económico en las zonas dominadas por el crimen organizado, pero abandonadas por el estado en sus tres niveles y reducidas sus opciones sólo al reparto de dinero.

El problema no era por falta de apoyos de programas sociales, sino por la disolución de las estructuras de poder institucional y el agotamiento de las tareas de cohesión de las llamadas –en algún momento— fuerzas vivas: maestros, sacerdotes, farmacéuticos, representantes de los partidos y dueños de misceláneas.

Ese tejido social era clave en el funcionamiento de una red de resistencia ante el embate delictivo. Y la principal falla, por su papel local, ha estado en el funcionamiento de alcaldes y gobernadores, porque no supieron administrar al tejido social local.

Las recientes expresiones de violencia criminal en zonas municipales y estatales están exigiendo un replanteamiento de la estrategia y están necesitando de un compromiso mayor de gobernadores y alcaldes, pero también de empresarios y seccionales de partidos políticos para reconstruir el muro de resistencia a la construcción de estructuras criminales comprando voluntades locales.

El comienzo del relanzamiento de la estrategia radica en la aceptación de núcleos políticos fallidos en el modelo de conceptualización de los Estados fallidos. Las fuerzas de seguridad tienen una presencia territorial impresionante, pero no parecen tener instrucciones de operación para desmantelar las bandas delictivas.

En estos cinco años de Gobierno el vacío político y de poder del Estado ha sido ocupado por los delincuentes.

Zona Zero

  • Si bien existen estadísticas que revelan una disminución de la violencia criminal, la difusión mediática de incursiones, confrontaciones y actividades delictivas son las que influyen en las percepciones sociales. Al mismo tiempo, los datos recogidos en fuentes oficiales revelan la magnitud inconmensurable, por ejemplo, del narcotráfico: todos los días se exhiben decomisos por toneladas de droga, pero por otro lado hay huecos por donde se cuela hacia consumidores mexicanos y estadounidenses. Ahí también se requiere un replanteamiento de la estrategia.

 

(*) Centro de Estudios Económicos, Políticos y de Seguridad.

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