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Foto: 24 Horas Quintana Roo / La fabricación de alimentos básicos implica miles de litros de agua en todo el proceso, sin contar la que requiere el ganado  

En el sureste de México se perdieron 75 mil hectáreas de selva entre 2000 y 2010 debido a la conversión del terreno para actividades agrícolas y de pastoreo. Además, en 2015, se estima que un tercio de la Selva Lacandona también cambió su uso de suelo a actividades agrícolas y ganaderas, alertó la maestra en ciencias, Adriana Celada, integrante de la asociación Come con Ciencia.

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De acuerdo con el Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura Sostenible, en Quintana Roo se consumen 5 mil 900 hectáreas de selva al año por agricultura, otras 4 mil 900 por ganadería y mil 882 por crecimiento urbano, en total,alrededor de 12 mil 682 hectáreas.

Lo anterior ha decantado en una preocupación a nivel mundial, ya que entre 25% y 30% de espacio terrestre se utiliza para estos fines, lo que ha llevado a la destrucción de importantes ecosistemas como las selvas, que albergan una gran biodiversidad, consideró Celada.

LA FUGA, EN LOS ALIMENTOS

El problema radica en que la producción de alimentos a partir de actividades agrícolas y ganaderas no está siendo eficiente en términos de recursos naturales como el agua y la energía.

Por ejemplo, 33% de los cultivos en todo el mundo se utilizan para alimentar a los animales, lo que requiere grandes cantidades de líquido, espacio y energía.

Además, la huella hídrica de la producción de comida es preocupante en zonas como la Ciudad de México, donde el sistema de suministro utiliza mucha energía. En las comunidades rurales, la ganadería industrial también consume grandes cantidades del recurso.

“Para fabricar un kilo de queso se utilizan 5 mil 600 litros de agua en todo el proceso, mientras que por ejemplo para hacer un kilo de trigo, que es una comida que se utiliza de manera general, con igual cantidad de proteínas, se usa apenas 68 litros de agua, lo que lleva una carga de lavado”, dijo.

La solución a este problema implica una mayor eficiencia en la producción de alimentos y un cambio en los hábitos alimentarios de las personas. Por ejemplo, optar por alimentos de origen vegetal en lugar de animales y más sostenibles y eficientes, finalizó.

 

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