Las democracias modernas tienen, desde su origen, la incapacidad de generar coherencia en los valores, sostenía Tocqueville. Pues cuando, por medio de las mismas, se quiere alcanzar un ideal neutral, se puede caer en una pasividad generalizada en la sociedad, socavando así la libertad de los individuos y por ende, la posibilidad de establecer un diálogo común, pero fundamentalmente plural que advierta las diversas vertientes que giran en torno a situaciones clave.

He traído a colación lo anterior, en el marco de uno de los mayores símbolos de adhesión política de Ucrania a Occidente, a saber, la reciente visita del presidente estadounidense Joe Biden, quien de manera sorpresiva se reunió con su homólogo, Volodímir Zelenski, en Kiev. Personalmente considero a dicho acto como histórico, pues se efectuó en medio de una nueva ofensiva por parte del Kremlin en distintos puntos del Donbás.

Esto último, me parece que también debe situarse en un contexto donde prevalecen diversas voces que rehúsan de inclinarse hacia un bando u otro, como es el caso de Brasil, Sudáfrica o India, cuyos líderes abogan por una postura neutral ante el suceso bélico.

En ese sentido, y conectándolo con lo que mencionaba al inicio, valdría la pena retomar lo que Slavoj Žižek sostenía cuando hablaba sobre el lado oscuro de la neutralidad; ya que de acuerdo con él, mantenerse neutral solo es señal de un estado de inacción, reflejo de una bajeza moral por parte de la sociedad. Debido a que cuando se advierten injusticias en el actuar, uno esperaría que los individuos intentarán detenerla o por lo menos que se pronunciaran al respecto.

En ese sentido, si bien el discurso del Kremlin describe la guerra como una operación contra la nazificación y la demonización de Ucrania, parece ser más bien un intento imperial de colonización, el cual pretende aniquilar los valores ucranianos como son el reconocimiento de los derechos de la comunidad LGBTQ+, así como su intento por anexarse a la OTAN. Y quizá, si recordamos el discurso de Waters, parecería que, en efecto, Ucrania sí estaría siendo provocativa en aras de mantenerse soberana y libre.

Por lo que teniendo en cuenta esto, me parece sumamente válida la posición de Žižek, quien afirma que en la medida que apoyamos a Ucrania contra la colonización rusa, también deberíamos evitar enmarcar nuestro objetivo de diluir el conflicto mediante el vencimiento de Rusia y su consecuente humillación. Es decir, no se debe olvidar que ganar consiste meramente en la liberación ucraniana.

En consecuencia, es preciso indicar que, de fondo, el intento ruso radica en que prevalezca el argumento neutral, a través del cual, los países occidentales presionen a Kiev para que que apacigue sus fuerzas, mientras Rusia prolonga la movilización silenciosa de unos 600 mil soldados cada año por un futuro indefinido. No obstante, rendirse frente al imperialismo no trae paz, sino injusticia.

¿O será otra de las cosas que no hacemos?

Consultor y profesor universitario

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