Héctor Zagal

Héctor Zagal

(Profesor de la Facultad de Filosofía de la Universidad Panamericana)

Odio el frío. Supongo que mi complexión delgada algo tendrá que ver. Además, mi casa, como muchas otras de la Ciudad de México, es helada. Por ello, tengo ropa de invierno: boinas, bufandas, abrigos, suéteres, pantalones de pana y, para las noches, cobija eléctrica.

En la antigüedad, la gente sufría mucho durante el invierno. A las bajas temperaturas en algunas latitudes, se sumaba la falta de alimentos. Desde que el ser humano fue cazador, aprendió a utilizar la piel de los animales para protegerse del frío. Algunas pieles son aislantes y repelen la nieve. En la edad media, el comercio de pieles rusas se convirtió en un negocio muy lucrativo. Los nobles y el alto clero utilizaban pieles especialmente bellas y calientes: armiño, marta, visón, zorro, oso.  Por fortuna, hoy contamos con otros materiales para cubrirnos, materiales menos hostiles con la naturaleza y muy eficaces.

¿Cómo se protegen ustedes del frío? Yo suelo utilizar suéter buena parte del año.  ¿Conocen las diversas formas de referirse al suéter? En Chile, le dicen “chomba”; en España, “pulóver”; en otros países de Latinoamérica, “chompa”; en Colombia y Reino Unido, “jersey”. De hecho, con este último nombre fue como se le conoció al inicio, pues alude a la isla homónima, donde se inventó la prenda.

En el siglo XV, la isla de Jersey se hizo popular por su técnica de “tejido de punto”. Se trata de una pequeña isla en el Canal de la Mancha, cuyo estatus político es complejo actualmente. Pero regresemos a la edad media, sus habitantes fabricaban prendas de diversos materiales para protegerse del frío y del agua. Un siglo después, la Corona inglesa impulsó el comercio de lana en la isla. Gracias a la abundancia de dicho material, se confeccionó una prenda de una sola pieza que cubría brazos, torso, espalda y parte del cuello. Nació el jersey.

Durante mucho tiempo, el jersey fue utilizado por las clases sociales más pobres. La ropa de lana era más barata que la piel. Además, su diseño era más cómodo que los abrigos. Los campesinos y los pescadores podían utilizarlo para cubrirse del frío mientras trabajaban. No fue sino a partir del siglo XIX, cuando esa ropa ascendió socialmente. Los deportistas se dieron cuenta de que el jersey era una buena opción, pues los mantenía calientes y no les quitaba movilidad. Poco a poco, el jersey se popularizó. Hoy es una prenda omnipresente en los guardarropas.

Saber cubrirse del frío es de vital importancia. Si no me creen, pregúntenselo a Napoleón o a Hitler. Pretender invadir Rusia sin llevar la ropa adecuada para sus nieves es suicida. El General Invierno fue decisivo en la derrota de los franceses y de los nazis. ¡Qué bueno que Hitler no proveyó a sus soldados con la ropa adecuada!

Sapere aude! ¡Atrévete a saber!

@hzagal

Profesor de la Facultad de Filosofía en la Universidad Panamericana