A casi diez meses de la invasión rusa, no hay horizonte sobre la resolución y el desenlace del conflicto. Los tomadores de decisiones de la Unión Europea estiman que Rusia representa una amenaza potencial para su seguridad interior. En este sentido, los desafíos planteados por el enfrentamiento bélico en Ucrania, han motivado una respuesta por parte de Europa.

Casi un año de disputa ha dejado a su paso miles de pérdidas, tanto de militares como de civiles. Los efectos han sido devastadores, particularmente aquellos vinculados al ámbito económico —los choques en las cadenas de valor y las presiones inflacionarias—.

Si bien la estrategia de occidente ha consistido en resistir las presiones externas e imponer una serie de sanciones a Moscú, Rusia reaccionó de manera contundente detonando una crisis energética que ha colocado a los países europeos en una posición sumamente delicada. En las vísperas del invierno, Europa debe hallar mecanismos de suministro alternativo.

Ninguno de los Estados miembros de la Unión Europea ha respaldado la política del Kremlin; de tal modo que, en medio de un mar de tensiones, Rusia permanece con escasos aliados. Sin duda, los bloques involucrados han mostrado músculo, pero, ¿será suficiente?

La UE y Estados Unidos carecen de los medios necesarios para consolidar un cambio de régimen en Rusia, al tiempo que descartan una posible relación estable a corto plazo con Vladimir Putin.

Adicionalmente, prevalece un entorno de incertidumbre entre la comunidad internacional respecto a las afectaciones en la interacción con otras regiones del orbe, incluida China. Ésto podría obstaculizar las respuestas de Europa.

Es preciso recordar que, hace unos meses, el presidente ruso se reunió con su homólogo chino, Xi Jinping, en una cumbre en Uzbekistán que buscaba proyectar la fortaleza de la cercanía bilateral entre ambos países. Aún existen dudas de si la vía diplomática funcionará como palanca para enlazar a ambos gigantes.

La realidad política cambia en cuestión de instantes: a inicios de febrero de 2022 el escenario era uno y, tras diez meses, se transformó en otro. Es un hecho que el orden mundial está atravesando por un ambiente de polarización.

Eventos como la Copa Mundial de futbol —con sus sabores y sinsabores, sorpresas y decepciones, historia y contrastes—, reflejan cómo la humanidad en su conjunto puede unirse en un ánimo de gran festividad, más allá de las diferencias.

¿O será otra de las cosas que no hacemos?

Consultor y profesor universitario

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