Cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador fue a La Casa Blanca en julio pasado se le ocurrió decirle al presidente de Estados Unidos, Joe Biden, que México podía ayudar a los estadounidenses con gasolina barata si cruzaban la frontera para cargar sus tanques.

Al demócrata se le escapó una mueca, como la que hace alguien que hace todo lo posible para contener la carcajada.

Seguro que hoy deben estar atacados de la risa en Washington DC cuando ven que gracias a las bondades de un mercado libre y abierto hoy el promedio del litro de gasolina en Estados Unidos cuesta el equivalente a 16.50 pesos.

Y ahí en la frontera con Texas, donde López Obrador quería una migración masiva de automovilistas a las gasolinerías de Pemex, el litro cuesta el equivalente a 13.50 pesos.

El precio máximo que alcanzó la gasolina regular en Estados Unidos fue el 16 de junio de este año, cuando llegó a los 5.034 dólares por galón, en un promedio nacional. Si lo ponemos en litros y con la paridad de aquel día de 20.32 pesos por dólar, tuvieron una gasolina como la Magna en 25.60 pesos por litro.

Fue un pico momentáneo derivado de los efectos de la invasión de Rusia a Ucrania. Pero rápidamente mostró un descenso sostenido en el precio de las gasolinas hasta los 3.40 dólares por galón actuales.

Más allá de la broma presidencial de invitar al turismo energético a los estadounidenses, lo cierto es que en este país la gasolina no ha bajado de precio para los consumidores al mismo ritmo que lo ha hecho en los mercados mayoristas.

El mercado ha dormido plácidamente en los subsidios fiscales gubernamentales que se han encargado de ser la válvula para mantener un precio topado, que no encuentra incentivos para bajar la factura a los automovilistas en la estructura monopólica de distribución.

Esta semana la gasolina Premium se quedó sin subsidio fiscal de un día para otro, el subsidio a la Magna bajó hasta casi desaparecer, y los precios no se dispararon, continuaron prácticamente igual que la semana pasada.

Esto dejó en claro que sí había margen en la distribución para moderar las ganancias y que no lo hacían por la ventaja fiscal de no pagar el Impuesto Especial sobre Producción y Servicios (IEPS).

El mercado de las gasolinas está abierto a la competencia prácticamente solo en el papel. Este Gobierno de viejas ideas estatistas se ha encargado de poner toda clase de barreras a la importación privada de combustibles y organiza linchamientos públicos a las marcas que ofrecen combustibles de otras calidades a otros precios.

Así que, lo que hemos visto con la política de limitar el cobro del IEPS es un subsidio cruzado a Petróleos Mexicanos que no ha traspasado la muy significativa baja en los precios internacionales de las gasolinas a los consumidores que se conforman con pagar un precio controlado con la válvula fiscal.

Hoy no deberíamos estar pagando más de 19 pesos por litro de gasolina Magna si se respetaran las reglas del mercado abierto. Pero todo es un juego entre la tolerancia del consumidor a pagar un precio elevado y controlado, y el juego populista del subsidio fiscal a grandes costos para las finanzas públicas.

     @campossuarez