¿Para qué sirven las cintas de superhéroes si no para escapar de la realidad?

El principal propósito de una película es adentrarnos en otro mundo, ya sea para perdernos en una experiencia y recuperar la esperanza en la humanidad, o enfrentarnos a ella, espejeando lo que ocurre en pantalla con alguna situación con la cual podamos identificarnos.

Marvel, con producciones como WandaVision, Avengers: Endgame e incluso la locura de Loki, han tocado el tema del duelo, de qué pasa cuando alguien cercano a nosotrxs se va de repente de nuestras vidas. Aunque hay dolor, nos reconforta el saber que es ficción, que murió un ser fantástico, no una persona, un actor. ¿Pero qué ocurre en el caso contrario?

Una odisea de emociones, sin duda.

Chadwick Boseman, el protagonista del éxito Black Panther, quien claramente tenía un futuro prometedor en el universo cinematográfico de Marvel, falleció a los 43 años por cáncer de páncreas el 17 de diciembre de 2020, poco después de haber iniciado la escritura del guión de la secuela, donde este iba a ser el héroe.

¿Qué se hace en este caso? ¿Evadir el hecho contratando a alguien más en el papel? ¿Resolverlo mediante la edición o efectos especiales, como en el último episodio de la saga Star Wars y la muerte de Carrie Fisher? ¿Parar la producción por completo?

¿O experimentar el duelo en conjunto, y generar una experiencia colectiva de pérdida?

La última opción fue la decisión que tomó Disney. Parece la más acertada, por como ocurrieron los hechos, claramente fuera de su control. Sin embargo, ¿estamos listxs para una película de superhéroes que por más luz que aporte, se vea oscurecida por una muerte real?

Es fácil dejarnos llevar por la presión. En términos de representación, será monumental, pues no solo continúa dando voz a la gente de raza negra—la mayoría del elenco de esta historia—y a las mujeres en roles poderosos, si no también incluye la participación de Tenoch Huerta, mexicano, en el rol antagónico de Namor, un antagonista cuyo reino hace alusión a culturas mesoamericanas.

Aún así, ¿qué pasa si no hemos superado una pérdida importante? ¿O si lo que usábamos para alejarnos de la crueldad de la realidad nos hace recordarla, por el puro placer de vender entradas? Si estamos en esas situaciones, mejor no vayamos al cine. Porque cada quien vive su duelo en su momento. O si lo hacemos, es mejor ir mentalmente preparadxs para derramar un par de lágrimas.

Hay gente que disfruta de catarsis en un anfiteatro, mientras otras personas prefieren su entretenimiento azucarado. Y está bien.

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