Foto: Cuartoscuro | Como parte de esa tradición, los mexicanos adornan las tumbas de familiares con flores de cempasúchil.  

¿Están los mexicanos honrando a sus muertos con cempasúchil transgénico? Mensajes en redes sociales advierten que una variedad tal se ha colado entre las flores que inundan cementerios y altares durante los festejos del Día de Muertos, pero expertos lo desmienten.

“Recuerden comprar flor de cempasúchil en ramo, ya que la de maceta es de semilla China o India y no da semilla, es transgénica”, asegura una de las publicaciones difundidas en Facebook en medio de la mayor fiesta popular de México, que tiene lugar el 1 y 2 de noviembre.

Como parte de esa tradición, los mexicanos adornan las tumbas de familiares con flores de cempasúchil, de las cuales el país posee 35 de las 58 especies del continente americano.

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También engalanan con esa flor los altares que les construyen a los difuntos en casa y que, según la creencia, son visitados cada año por los espíritus para comer sus platos favoritos.

En el mundo existen más de 180 variedades de cempasúchil mejoradas genéticamente. Algunas se cultivan en México a partir de semillas provenientes de una decena de países, según la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader) de México.

Pero no son especies transgénicas, sino organismos mejorados genéticamente de manera natural (sin que medie la ingeniería) para obtener, por ejemplo, variedades con mejor calidad nutritiva y mayor resistencia a factores climáticos, añade la Sader, que enfatiza que no hay registro de semillas de cempasúchil transgénico en México.

Aunque ambos son organismos mejorados genéticamente, a los transgénicos se añaden genes de otra especie que no poseían de forma nativa.

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“Ambas son semillas mejoradas. Una planta transgénica entra en la categoría de planta mejorada, pero hay dos diferencias básicas: unas son plantas que se obtienen de un proceso de fitomejoramiento clásico —donde se involucran técnicas de cruzas y autopolinizaciones—, mientras a las plantas transgénicas se les introduce un gen externo por métodos moleculares para que adquieran características de otra especie”, explicó José Luis Sánchez Millán, ingeniero agrícola y académico de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Cuestión de clase 
La mayoría de las semillas que usan los productores mexicanos para los cempasúchiles de maceta u ornamentales son importadas, según Miguel Ángel Serrato, ingeniero agrónomo e investigador del departamento de Fitotecnia de la Universidad Autónoma de Chapingo.

Son adquiridas principalmente a empresas holandesas, estadounidenses o japonesas, y solo podrían diferenciarse por la marca comercial, pero no por su apariencia.

En su puesto de frutas de un mercado de Ciudad de México, donde vende la flor desde hace 15 años, Ernesto Cortés afirma, sin embargo, haber descubierto características distintivas.

“La de semilla china se ve más bonita, pero en aroma es mejor la nacional”, comenta a la AFP el comerciante de 60 años, apuntando que en todo caso “el cliente no se preocupa de eso”.

Sin mayores pretensiones, Cortés ha detectado una diferencia adicional entre materas y ramilletes de cempasúchil. “Acá la gente es más fifí (presumida) y prefiere la maceta. Pero en la orilla de la ciudad se vende por ramos”, afirma, refiriéndose al sector acomodado donde comercializa variedades anaranjadas y rojas.

Producción limitada
México produjo 19.442 toneladas de cempasúchil y sembró 2.027 hectáreas en 2021, lo que equivaldría a menos del 1% del terreno que India destina al cultivo de esa flor (255.020 hectáreas), según el Multidisciplinary Digital Publishing Institute.

Los especialistas advierten que satanizar la planta por su origen solo afecta a los más de 2.000 campesinos que se dedican al negocio.

“El mexicano produce con lo que tiene, y si en México no hemos resuelto la fuente de variedades de ornato o uso industrial, él tiene que ver dónde las consigue”, justifica Sánchez Millán. Además de símbolo, la flor es usada como alimento para aves y en la medicina natural y herbolaria.