Después de las elecciones del 5 de junio, es preciso analizar qué hubo en juego. Los ganadores de la jornada deberán materializar sus propuestas de campaña, así como atajar los principales desafíos que impactan en la esfera local. Es importante diagnosticar los temas centrales que persisten en cada uno de los seis estados que celebraron comicios el pasado domingo en materia de Estado de derecho, crecimiento económico, fiscalización, medio ambiente, inclusión, sostenibilidad, reducción de brechas y seguridad. Existen indicadores provenientes de distintas fuentes; si bien éstos no son una verdad absoluta, ejemplifican los ejes a trabajar y constituyen una hoja de ruta.

¿Cuáles son las reflexiones de fondo? Solo una entidad federativa mantuvo el poder sin alternancia política —es decir, Aguascalientes—. En cuanto a la reconfiguración del mapa político, ahora, 58.6% de la población nacional vive bajo gobiernos de Morena. Éste es un dato que sugiere quién resultó vencedor de la contienda. Cabe señalar que el próximo año habrá elecciones para gobernador en Estado de México y Coahuila, bastiones priistas actualmente.

Elección tras elección, candidato tras candidato, predominan los discursos triunfalistas anticipados. Aunque son una estrategia de ánimo e ímpetu electoral, es oportuno señalar que nadie puede declararse ganador sin información confiable. En estos casos, los actores políticos deben actuar con plena responsabilidad y esperar a que se contabilicen los votos. En el marco de la discusión de una reforma electoral, habrá de plantearse la viabilidad de regular y sancionar este tipo de pronunciamientos que alteran el proceso de deliberación democrática y generan incertidumbre.

En el contexto del proceso electoral de 2023, y lo que apunta para 2024, los diversos bandos políticos —como parte de un ejercicio autocrítico— deberán redoblar esfuerzos a fin de escoger figuras idóneas. Ésto implica la transición hacia una política con altura de miras, pese a las resistencias. También habrá un reto en términos de operación territorial, ya que Veracruz, Ciudad de México, Jalisco y Puebla representan la mitad del padrón electoral nacional.

Hoy, solo una de las fuerzas políticas presenta argumentos visibles para ser competitiva de cara al 2024; pareciera que otros ya se encuentran realizando una ruta de trabajo para 2030.

Basta de políticas cortoplacistas y clientelares, así como de mecanismos de polarización y confrontación. Dejemos de hablar de legados y megalomanías, mejor discutamos un panorama de país que aborde el fortalecimiento de nuestras instituciones, de los organismos públicos locales electorales, de las militancias de todos los colores y de un esquema de recaudación que contribuya al crecimiento.

Se requieren acciones de altura que eviten rezagos de oportunidad en cada una de las estadísticas que enfrentan los estados que tuvieron elecciones —y los que vienen—. Por otro lado, deberán producirse cambios esenciales, desde el ámbito local, que abonen al futuro de nuestro país.

  ¿O será otra de las cosas que no hacemos?

Consultor y profesor universitario

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