AGUSTIN BEREA

@AgustinBerea

La guerra continua a las puertas del lejano Kiev. Es una situación extraordinaria que causa mucho miedo. A diferencia del Covid-19, este no es un miedo por lo desconocido sino por lo muy bien conocido. Aunque la memoria colectiva tiene muy pocos detalles frescos sobre la epidemia de la Influenza “Española” (1918-1920), recordamos muy bien que la Primera Guerra Mundial (1914-1918) se desató por un incidente en el lejano Sarajevo que precipitó el conflicto que se cocinaba entre grandes potencias. Es natural que nos preguntemos si estamos de nuevo en la antesala de un gran conflicto.

La respuesta breve es No. En este momento, no parece que otras potencias estén dispuestas a involucrarse en confrontaciones militares de gran escala para defender a Ucrania o disuadir a Rusia en otras arenas. Esto no quiere decir que no haya señales claras de preparación para más conflictos en el futuro relativamente cercano. El 27 de febrero, los bielorrusos votaron a favor de cambiar la constitución del país para permitir la instalación de armas nucleares en su territorio. Ese mismo día, Alemania anunció que, por primera vez en su historia reciente, el país aumentará el gasto militar a más del 2% del PIB en 2023, potencialmente alcanzando el doble del gasto en 2017.

Una Tercera Guerra Mundial es un escenario altamente especulativo, pero es urgente que hablemos sobre la conmoción del orden internacional establecido después de la Segunda Guerra Mundial. Después de la victoria aliada, se acordaron algunos principios como el papel extraordinario de los cinco miembros del Consejo de Seguridad como garantes de la paz. Desde entonces, el poder relativo de Francia y Reino Unido ha disminuido, mientras que el de China y Alemania crece. Más preocupante es que la ONU es cada vez menos un foro de diálogo efectivo entre naciones. La mayoría de los conflictos del siglo XXI se han desarrollado con participación mínima por parte del organismo internacional.

La piedra angular del sistema mundial del siglo XX es que los estados-nación son los únicos agentes legítimos del derecho público internacional. En el nuevo siglo hemos visto el surgimiento de agentes no estatales que cada vez inciden más en la escena mundial. Movimientos islamistas, organizaciones criminales, contratistas de tropas, empresas de base tecnológica y criptomonedas son sólo algunos de los agentes que han demostrado su capacidad de atravesar fronteras y jugar papeles críticos en los conflictos modernos. Hoy Rusia echa mano del Bitcoin para mantener a flote el rublo, mientras usa al Grupo Wagner para proyectar su poder militar. En vez de pensar bajo los modelos de las guerras del siglo XX, es crítico que reflexionemos sobre los cambios en el orden mundial y el papel de los nuevos actores internacionales.

* Catedrático de la Academia de Negocios Internacionales, Universidad Panamericana