Francisco Diez Marina Palacios

Si en el siglo XXI uno quiere hacer referencia a una figura polémica, definitivamente Jordan B. Peterson es alguien a quien podemos acudir.

Psicólogo clínico de origen canadiense, profesor, científico y académico en la Universidad de Harvard y en la Universidad de Toronto, así como consultor de la Secretaría General de las Naciones Unidas. Autor de diversos libros y crítico de temas sensibles y controversiales como la ideología de género, el patriarcado, el lenguaje inclusivo y muchos otros. Peterson ha manejado varios frentes.

Como uno de los intelectuales más reconocidos de nuestros tiempos, empezó una gira para platicar, desde una perspectiva psicológica, sobre temas importantes en la agenda pública actual.

El miércoles pasado, después de haber sido recibido por una audiencia entusiasta en Dallas, Texas, empezó su plática con una declaración que dejó helado al foro: “La libertad de expresión no está cumpliendo con su propósito ulterior, y de hecho, está no fue concebida para que todo mundo simplemente grite lo primero que se le venga a la cabeza. La tenemos conceptualizada de una manera errónea, por más que a la gente le choque escucharlo”.

Después de desarrollar el tema de manera socrática durante dos horas, en las cuales el público guardaba un silencio profundo de reflexión, en la que mezcló un sinfín de argumentos psicológicos, evolutivos, filosóficos, epistemológicos, entre otros, llegó a la conclusión de que el verdadero propósito de la libertad de expresión es para que pensemos, ya que el lenguaje es nuestra forma primordial para hacerlo.

Pero no abordado solo desde un punto de vista individual, sino desde uno colectivo, en donde podemos —y debemos— externar y dialogar nuestros pensamientos los unos con los otros para así llegar a la mejor construcción de la sociedad, y aún más importante, para la búsqueda de la verdad.

La libertad de expresión no es solo un principio más, es el mecanismo por el que mantenemos nuestras psiques y nuestras sociedades organizadas y tenemos que ser increíblemente cuidadosos a la hora de infringirlo, porque estamos infringiendo el proceso por el que pensamos colectivamente(…)”, manifestó Peterson.

Al momento en que empecemos a dejar de discutir y dialogar con los demás, es ahí cuando dejamos de pensar y nos ensimismamos en nuestros propios pensamientos, muchos de ellos erróneos. Por ello, Peterson celebra e invita a la diversidad, que platiquemos con personas con visiones opuestas, rebotemos nuestras ideas, pues cada ser humano tiene una capacidad única para proyectar diferentes desenlaces hipotéticos para cada situación.

Para todos aquellos que no han leído o escuchado el contenido de este intelectual, los exhorto a indagar y espero que, como yo, encuentren en las ideas de Peterson una bocanada de aire fresco en este mundo tan confundido y contradictorio.

¿O será otra de las cosas que no hacemos?

Consultor y profesor universitario

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