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Foto: AFP La mañana del jueves podían verse algunos rostros destapados, de turistas, ciclistas o fumadores.  

Es una “medida estupenda”, se congratula Amadeus García en el centro de Madrid, un día después del anuncio del regreso de la mascarilla obligatoria al aire libre en España, una decisión que algunos aprueban y otros aceptan con resignación en plena nueva ola de contagios de Covid-19.

En un centro de Madrid adornado por Navidad, la mañana del jueves podían verse algunos rostros destapados, de turistas, ciclistas o fumadores. Pero la mayoría de las personas portaban mascarilla, incluso un día antes de que entre en vigor la nueva medida este viernes.

A Amadeus García, un señor de 82 años que pasea por la céntrica Puerta del Sol con una mascarilla FFP2, la disposición le parece “estupenda”, ya que apoya “todo lo que sea protección” contra el covid-19.

Ante las dudas que expresan ciertos expertos sobre la efectividad de los tapabocas en exteriores, Amadeus exclama: “Hay negacionistas en todas partes”.

De vacaciones en la capital española, Ramy Azizeh no se había enterado. “¿Por la calle también? No lo sabía”, dice a la AFP este hombre con el rostro desnudo.

Pero afirma que le parece positivo y estima que debería exportarse a Londres, donde reside. “Por eso tenemos tantos casos, tenemos 100.000 casos” en 24 horas, afirma.

Jeannet Prevost, peruana de 62 años, también de paso por Madrid, aprueba la disposición “preventiva”, sobre todo ante la nueva variante ómicron, más contagiosa.

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– “Una medida de Navidad” –
En la entrada de una estación de metro, Aida García, abogada de 28 años, dice que para ella es el “último día de libertad”.

“Es muy molesto, pero creo que es necesario”, dice, subrayando que no por llevar la cara tapada hay que olvidarse de las otras recomendaciones para prevenir el covid.

Dice que a partir del viernes respetará la norma, a la que considera “una medida de Navidad”, y espera que en febrero las autoridades “nos vuelven a dejar en libertad”.

Begoña Gómez, de 61 años, va del brazo de su hija Cristina Blanco, de 23. Ambas se reajustan la mascarilla que tenían en el mentón cuando alguien se les acerca.

Ellas consideran “inútil” llevarla en exteriores.

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“La gente tiene sentido común, todos ya sabemos cómo actuar si no hay nadie (en la calle) o si hay que protegerse”, explica Begoña.

En Barcelona (noreste), la segunda ciudad de España, Lorena Ramos, una enfermera de 34 años, es de la misma idea: “Dado el tiempo que llevamos de pandemia, ya deberíamos ser suficientemente cívicos y adultos como para saber el uso de la mascarilla cuando hay una aglomeración de gente”.

Alberto Díaz, fotógrafo de 34 años, dice que se trata de una “medida disuasoria para controlar la Navidad de alguna manera, como medida exprés para que se vea que se está haciendo algo”.

Al anunciar la disposición el miércoles, el presidente del gobierno Pedro Sánchez, remarcó el consenso sobre esta medida, reclamada por la mayoría de las regiones españolas, competentes en materia de salud pública, ante la expansión de ómicron al aire libre.

“La experiencia nos ha demostrado que, junto con la vacunación, la mascarilla es fundamental para prevenir la curva de contagios”, dijo Sánchez.

JC