Francisco Diez Marina Palacios

El pasado domingo se inauguró la vigésima sexta Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático ―COP26― en Glasgow, Escocia. Distintos líderes alrededor del mundo, desde mandatarios de 190 países hasta representantes de la sociedad civil, se dieron cita en dicho espacio de diálogo con el objetivo de atender la crisis climática y limitar el calentamiento global a 1.5 °C. Varios analistas lo consideran uno de los encuentros más importantes en la historia por la dimensión del asunto.

En el marco del Acuerdo de París y de la COP21, en 2015, la mayoría de las naciones se comprometieron a “mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de 2 °C con respecto a los niveles preindustriales”. Una de las preguntas centrales será qué acciones y mecanismos pondrán en marcha los gobiernos para atajar el problema de raíz.

Desde años atrás, venimos transitando por la ruta equivocada en materia de lucha contra el cambio climático. Sin duda, el factor humano ha sido un detonante para la formación de eventos extremos, tales como: olas de calor, inundaciones, deshielo, precipitaciones intensas, sequías, pérdida de zonas boscosas, etcétera. Ésto ha provocado miles de muertes.

El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), en su sexto reporte, apunta que el cambio climático se ha intensificado en todas las regiones del mundo a un ritmo acelerado, de modo que el aumento drástico del nivel del mar y del calor de la Tierra, sumado a otros fenómenos, podría ser irreversible. Muchos de estos sucesos no tienen precedentes en cientos y miles de años.

El IPCC estima que las cero emisiones netas de gases de efecto invernadero podrían contener las temperaturas de la superficie terrestre y de los océanos. Estados Unidos y Reino Unido han anunciado planes de llegar al cero neto de emisiones en 2050, mientras que China en 2060. Es necesario tomar en cuenta que la humanidad emite 40 mil millones de toneladas de CO2 al año. Según el Proyecto Global de Carbono 2020, en 2019, los cinco principales emisores de carbono, fueron: China, EU, India, Rusia y Japón.

La alternativa es clara: la meta de 1.5 °C exige una reducción de las emisiones de CO2 en 45% para 2030; en 2050, deben alcanzar el cero neto. De no ser así, habrá un aumento de la temperatura de, al menos, 2.7 °C a finales del siglo XXI. Lo anterior supone una transición relativamente gradual hacia economías no dependientes de los combustibles fósiles en sectores clave como el energético, agrícola y de infraestructura. En 2009, los países desarrollados se comprometieron a aportar 100 mil millones de dólares cada año ―a partir de 2020― a fin de apoyar a otras naciones a cumplir este cometido. 

Presente y futuro están en juego; se trata de la vida de millones de niños, mujeres y hombres. La COP26 nos demuestra que una de las vías para revertir la situación climática es la cooperación internacional, más allá de las agendas particulares. Las respuestas aisladas y cortoplacistas no son una alternativa efectiva.

¿O será otra de las cosas que no hacemos?

 

Consultor y profesor universitario

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