Pancho Graue

Uno de los rasgos característicos de la personalidad de AMLO es la provocación. Maestro en ese ejercicio, le ha permitido mantener el control de la agenda mediática y niveles de popularidad personal insólitos. Su capacidad de generar tensión y atención es impresionante.

La provocación en AMLO no es una casualidad, es un propósito específico. Las personas generamos pensamientos en un umbral relativamente pequeño donde tenemos algunas respuestas predeterminadas ante ciertos estímulos. Cuando el Presidente propone algo tan descabellado como atacar a la UNAM, sabe de antemano las respuestas de sus adversarios. El objetivo final es que todos reaccionen y opinen. Vernos como su laboratorio de respuestas. Si no fuera tan perverso casi sería genial.

El mismo exrector De la Fuente, declara que “el Presidente nos invita al debate”. Otro que muerde el polvo. Justo es decirlo, también lo hicieron Monreal, partidos políticos, políticos de todo tipo, comunicadores. Y el que escribe también.

La UNAM y sus autoridades han demostrado la inteligencia que se espera de la institución más admirada del país. Su mesura ante la provocación retrata la sabiduría de la Universidad. Todos debemos ser la UNAM.

La provocación, como táctica de marketing, fue descrita por Edward de Bono Lateral Thinking hace muchos años y adoptada por políticos tan lamentablemente exitosos como Berlusconi, Chávez, Trump y sin duda AMLO. Todos ellos llegaron al poder por la vía democrática, y todos ellos se valieron de la provocación para demoler a las instituciones democráticas. Han estado cerca de conseguirlo. Al final han fracasado.

La llegada de AMLO al poder estaba precedida de un hartazgo por un sistema, en el que los partidos políticos tradicionales dejaron de representar a una inmensa mayoría de los mexicanos. A falta de ideas del futuro, AMLO se atrincheró en las descalificaciones del pasado y en la provocación a un sistema agonizante, que ya no tenía más alternativa que morir de vergüenza.

A casi tres años del Gobierno de AMLO, está claro que algo se está resquebrajando. Ya no es sólo la impericia de su gabinete y su círculo radical e íntimo. Tampoco es la incapacidad de Morena de estar a la altura de su líder absoluto. La provocación y la soberbia le están cobrando tributo.

Traspasar los límites tiene un costo, pero no parece que el Presidente lo esté entendiendo. Va abriendo frentes todos los días. Muchos de ellos parecerían simples distractores ante la complejidad de los problemas que tendrá que enfrentar el régimen.

AMLO es todo: líder, movimiento, secretario de todo, gobernador, mensaje, mensajero y medio, juez y justicia, destapador único, provocador absoluto.

Con la provocación se puede controlar la agenda mediática, pero así no se controla ni se gobierna al país.

Con la provocación se puede distraer a la sociedad, pero no se puede pretender ignorar la realidad.

Los provocadores suelen ser líderes poderosos, con grandes capacidades retóricas, que terminan creando mayores problemas que aquellos que pretendían solucionar, minimizar u ocultar.

En la agenda provocadora del Presidente, ya fue en contra de: los partidos políticos, los empresarios, las clases medias, los científicos e investigadores, el INE, España y el Vaticano, los intelectuales, los periodistas y medios no afines, las feministas, la UNAM. ¿Quién le falta?

AMLO es un devorador de todo lo que se le oponga, hasta que termine por devorarse a sí mismo. Por el bien de todos -primero los pobres- ojalá que lo consiga.

@Pancho_Graue

fgraue@gmail.com