Pierre Lemaitre es uno de los escritores más populares en Francia, a quien de pronto se encasilló como autor de thrillers hasta que ganó el Goncourt en 2013 con Au revoir lá-haut (Nos vemos allá arriba, Salamandra), y su carrera se encumbró hasta llevarlo por primera vez al cine, con la adaptación de Albert Dupontel a ese drama bélico, que le valió cinco premios César de 12 nominaciones en 2018.

Su segunda adaptación llegó a México con el Tour de Cine francés pasado, Trois jours et une vie (Tres días y una vida, 2019), de Nicolas Boukhrief, en la que Lemaitre también colabora en el guion, aunque ahora solo con Perrine Margaine y ya no con el director, en un thriller en los bosques de las Ardenas, en la frontera entre Francia Bélgica, donde la sexualidad, la crueldad, la impunidad y la culpa se combinan con el terror que desatan los desastres naturales como metáfora violenta de la crisis espiritual humana.

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El filme que se estrenó este jueves 19 de agosto en la cartelera comercial mexicana y en Cineteca Nacional, para un público que disfrutó ya antes en Netflix la espléndida y brutal serie Recursos inhumanos (2017), un drama social sobre el desempleo, la discriminación y la crueldad del mercado laboral neoliberal, inspirada en la novela de Lemaitre de 2010, Cadres noirs (Recursos inhumanos, Alfaguara), magistralmente interpretada por el ex futbolista Eric Cantona en el papel de Alain Delambre.

En la Navidad de 1999, en el pequeño pueblo minero de Olloy, el adolescente Antoine (Jeremy Senez) vive con su madre Blanche (Sandrine Bonnaire), que mantiene en secreto un affaire amoroso con un carnicero, un inmigrante polaco, para desagrado del joven de cuyo padre no se sabe nada en la historia.

Antoine tiene por amiga y objeto de su primer deseo a su vecina Emily y a su hermano de seis años, Remy, dueños de Ulysses, el border collie que los acompaña siempre. Pero al ver a Emily besándose con un compañero mayor se desata la ira de Antoine, que a partir de ahí empieza a protagonizar una serie de accidentes: primero, enojado por la desilusión amorosa, arroja al perro una pelota y éste al perseguirla es atropellado; luego, molesto porque el padre de Emily y Rémi, Michel Desmedt (Charles Berling), mata de un tiro al animal, se refugia en el bosque seguido por el niño, a quien arroja un tronco, cae, se golpea la cabeza y muere. Antoine oculta el cadáver y su vida por 15 años, irónicamente ayudado por una tromba terrible y una inundación apocalíptica, hasta que vuelve a Olloy como médico.

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Como adulto, Antoine (Pablo Pauly) se reencuentra una Navidad con Emily (Margot Bancilhon), una treintañera ya que no duda en acostarse con él, ignorante de que es el asesino de su hermano, cuyo cadáver oculto nunca fue halllado. El drama de la película de 106 minutos apenas empieza; la culpa de Antoine, suerte de Raskolnikov contemporáneo se acentúa al considerarlo todo el pueblo inocente e incluso víctima de la pérdida de su amor amigo de infancia, pero sobre todo por su relación con Emily.

En Tres días y una vida, el asesino es el único testigo del crimen. ¿O no será así? ¿Alguien lo protege?

Sin duda, un extraordinario thriller policíaco y psicológico, alejado de las convenciones hollywoodenses del género, con una espléndida fotografía de Manuel Dacosse, que combina una naturaleza hermosa para profundizar en las contradicciones y miserias del espíritu humano.