Hay que levantarse, ahí sí ni modo, temprano, todavía con los rescoldos del gusto que dejó el juego de beis de ayer por la noche. La ropa espera colgada de un gancho, aunque no muy planchada porque esa es la marca de la casa, y abajo, juntitos, los zapatos de 20 mil pesos pero mal boleados. Ya vestido, un café: ah, qué rico, y qué bonito cómo lo cultivan esos chiapanecos tan chambeadores con sus manos recias de labrar el suelo de nuestro México. Luego, a atravesar los pasillos del Palacio, entre óleos de héroes que forjaron patria, estatuas y muebles barroquísimos que recuerdan que ya mero está listo el libro nuevo, perlado de erudición histórica y tenso de reciedumbre transformadora. En el salón, esperan que si el canciller para decir que la vacunación va que te mueres de bien, que si el doctor López-Gatell con esa mirada de amorts y esos pantalones marca paquete que tanto gustan; que si Rocío para decir que pinches empresarios del ramo. Hablan unos minutos, y vámonos: hora  45  para deleitarte con que los conservadores están ardidos, con que por qué no han procesado a X candidato o gobernador de oposición; con que a Lorenzo Córdova le paga Claudio X y a Claudio X la CIA; con que Juárez era tan importante que a Mussolini etcétera. Ah, qué bonito suena.

Cumplida la mañanera, a desayunar: que si los chilaquilitos, que si un puchero para recordar a Tabasco, que si barbacoa. Acto seguido, una siesta hasta las 11, hora de a inaugurar que una pista, que un tubo, que unas vías, pero con el Ejército, porque son de veras preciosas esas bandas militares.

Luego de comer, otra siesta, porque la verdad hacía calor, y a echar macaneo y fildeo. Es importante: permite recordarle al pueblo que hay que hacer ejercicio para que luego los moneros de La Jornada no se burlen de ti por pinacate, y sobre todo, claro, dejar que aflore ese niño interior. “Con ustedes, el bombardero de Tepetitán, el ídolo de Macuspana, con dos bolas y dos estráis…” Qué maravilla. Nota mental: hay que ver la manera de mandar otros 500 milloncitos a promover este deporte sagrado. Seguro que se puede ahorrar algo en medicinas.

Para terminar el día, otra caminata, de regreso, entre esos pasillos tan lujosos y cargados de historia, listo para ver el beis, ponle que con unos panecitos dulces y un vaso de leche. Se vale sonreír: “Si al Presidente le va bien, al país le va bien”.

¿Cómo la ven? No está mal, ¿verdad? No sé ustedes: yo, solicito chamba de Presidente. Acepto ajuste de salario a la baja.

@juliopatan09