columna vacuna

Por: Irasema Coronado, Eva Moya y Stephen Mumme

Con la adición de 100 millones de dosis de Johnson & Johnson a la reserva de vacunas del país por parte de la administración del presidente Joe Biden, es probable que Estados Unidos no sólo cumpla su objetivo de inmunizar a todos los adultos para junio, sino que también tendrá un superávit de millones de dosis para compartir con otras naciones. El reciente anuncio de que EEUU planea “prestar” a México 2.5 millones de dosis de la vacuna de AstraZeneca es un comienzo prometedor, pero a medida que el gobierno estadounidense despliegue una estrategia más amplia de diplomacia de vacunas este verano, se enfrentará nuevamente a una pregunta importante: ¿a quién darle primero?

Para tal pregunta hay una respuesta fácil: México.

¿Por qué México, habrá quien se pregunte, cuando tantos otros países necesitan tan desesperadamente ayuda? La justificación es muy obvia, y está anclada al bienestar estadounidense y al interés propio nacional. Se puede resumir en tres palabras: fatalidades, flujos y fraternidad.

El hecho de que México ha sido duramente golpeado por el coronavirus y necesita ayuda urgentemente es indiscutible. De los 20 países más afectados por la covid-19, México tiene la tasa de mortalidad nacional más alta, con 9 muertes por cada 100 casos confirmados. Esto es más del doble de la tasa de Bulgaria, el segundo lugar, y más de cuatro veces la tasa de Estados Unidos. Con más de 2.1 millones de casos confirmados en marzo de este año, México ocupó el puesto 13 entre las naciones con más casos registrados en el mundo y el tercero a nivel mundial por número de fallecimientos.

La campaña de vacunación contra el coronavirus en México, iniciada en diciembre de 2020, se compone de más promesas que vacunas, dependiendo de una mezcla de suministros comprados a Rusia, China, Gran Bretaña y Estados Unidos, los cuales no han sido entregados en su mayoría. Covax, el mecanismo de la Organización Mundial de la Salud para adquirir y distribuir 2 mil millones de vacunas, podría ayudar a México, pero 156 países ya están en la fila y tanto la disponibilidad y los plazos de entrega de las vacunas son inciertos.

Tomando en cuenta problemas tanto por la disponibilidad como por la logística, será un logro destacable si México logra vacunar sin ayuda a sus 126 millones de habitantes para el verano de 2022.

Para entender por qué es importante para Estados Unidos el avance de la vacunación en México, debemos hablar de los flujos. Nuestros países están tan estrechamente entrelazados que la persistencia de la pandemia en México seguramente retrasará y complicará la erradicación del coronavirus al otro lado de la frontera.

Hay que considerar lo siguiente: más de 6 millones de contenedores de camiones de carga cruzaron la frontera entre Estados Unidos y México en 2020 y se dirigieron a destinos en toda América del Norte. Ya sean ciudadanos estadounidenses o mexicanos, estos conductores de camiones son trabajadores esenciales que permiten que el comercio prospere. En el punto de entrada de San Ysidro-Tijuana, el cuarto cruce fronterizo más transitado del mundo, hubo más de 36 millones de cruces de pasajeros de vehículos personales y peatones en 2019, muchos de estos eran trabajadores que viajan diariamente al trabajo. Incluso bajo el cierre de la frontera desde marzo de 2020, gran parte de este tráfico, considerado comercialmente esencial, continúa.

Hay otros flujos para considerar. El turismo, vital para la economía mexicana, atrae a millones de estadounidenses cada año. Tan sólo de enero a septiembre de 2019, 7.9 millones de ciudadanos de Estados Unidos volaron a México, que incluso ahora, se está preparando para una ola de miles de jóvenes estadounidenses que se encuentran en vacaciones de primavera y están ansiosos por visitar playas como Mazatlán y Puerto Vallarta.

Actualmente, se estima que más de 1.5 millones de estadounidenses residen en México, incluidos ciudadanos nacidos en Estados Unidos con familias en México y expatriados que acuden en masa a comunidades como Alamos y San Carlos, en Sonora; Lago Chapala, en Jalisco; y San Miguel de Allende, Guanajuato. Muchos de estos individuos, algunos de los cuales se trasladaron a Estados Unidos cuando el coronavirus llegó, viajan periódicamente a México y a medida que se mueven, también lo hace el virus.

Por otra parte, hay razones más profundas para que Estados Unidos contribuya al esfuerzo de vacunación en México: la familia y la amistad. Si alguna vez se está en busca de una amalgama de necesidad y fraternidad, ésta se puede encontrar a lo largo de la frontera de 3,145 kilómetros que separa a los dos países y las relaciones que los unen. Históricamente, México ha sido el mayor socio comercial de EEUU (aunque China ocupó ese puesto en 2020) y es el país de origen del 62 por ciento de la minoría étnica más grande de la Unión Americana: la población latina.

México también ha sido un firme aliado estratégico desde la Segunda Guerra Mundial y un país de cuya gracia Estados Unidos depende para resolver dilemas vitales que van desde el suministro de agua y la conservación de los recursos naturales, hasta el combate al narcotráfico.

No hay lugar donde estos lazos son más visibles que a lo largo de la frontera. Ciudades hermanas como El Paso y Ciudad Juárez no sólo son interdependientes, sino que se mezclan a diario. Además, las ciudades y pueblos fronterizos son el hogar de muchas familias con abuelos, hermanos, tías, tíos, hijos y padres en ambos países. La venta minorista fronteriza se basa en estas visitas. Restaurar cualquier tipo de normalidad familiar y minorista requiere vacunar a los 15 millones de residentes de las comunidades fronterizas de ambas naciones.

Tal como Verónica Escobar, representante de El Paso en el Congreso estadunidense, y Beto O’Rourke, ex aspirante a la presidencia, nunca se cansan de recordarnos: las comunidades fronterizas no pueden resolver su crisis de salud localmente sin soluciones cercanas. Controlar el coronavirus en la frontera es un esfuerzo internacional.

Entonces, ¿debe seguir México siendo beneficiado a medida que Estados Unidos despliega su diplomacia de vacunas? Claro que sí.

El préstamo planificado de dosis de AstraZeneca sólo tocará la superficie de la situación urgente de la pandemia en México, la cual requiere una estrategia binacional más integral. El sólo auto interés de Estados Unidos debería impulsar como prioridad la campaña binacional de vacunas. Además, pocos gestos de buena voluntad podrían hacer tanto para restaurar la fe de México por su vecino norteamericano, la cual fue pisoteada por Trump. Si el presidente Biden quiere restablecer la relación de Estados Unidos con México, debería de empezar aquí.

 

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Irasema Coronado es directora de la Escuela de Estudios Transfronterizos en Arizona State University. Anteriormente se desempeñó como directora de la Comisión para la Cooperación Ambiental en Montreal.

Eva Moya es profesora asociada de trabajo social en la Universidad de Texas en El Paso, Texas, donde se especializa en salud fronteriza y participación comunitaria.

Stephen Mumme es profesor de ciencia política y ex presidente de la Association for Borderlands Studies, que recientemente reconoció su trabajo con un Lifetime Achievement Award.