Trump
Foto: REUTERS El nuevo presidente demócrata Joe Biden y Kamala Harris, asumirán el poder, con un mensaje de esperanza, para enterrar el amargo recuerdo del catastrófico único término de Trump, visto por la mayoría como un capítulo negro, en la historia de Estados Unidos  

Colaboración originalmente publicada por LA Times y reproducida con autorización del autor.

A partir de este 20 de enero el pueblo estadounidense y sus aliados recuperarán el sentido de seguridad, de que el destino de la mayor democracia del mundo está en manos de un presidente respetuoso de la Constitución y respetado, capaz y dispuesto a abordar los más grandes desafíos de esta nación, como contener la pandemia que Donald Trump ocultó y propagó mintiendo y contradiciendo medidas.

En una ceremonia de inauguración presidencial sin precedentes, Washington, D.C. se convirtió en una fortaleza inexpugnable, vigilada por más de 30 mil efectivos militares, millares de policías federales y estatales, retenes, barreras de contención y miles de cámaras vigilantes, por la eventualidad de que milicias armadas simpatizantes de Trump, traten de impedir la toma de posesión.

El nuevo presidente demócrata Joe Biden, segundo mandatario católico, después de John F. Kennedy y la primera vicepresidenta afroamericana, Kamala Harris, asumirán el poder, con un mensaje de esperanza, para enterrar el amargo recuerdo del catastrófico único término de Trump, visto por la mayoría como un capítulo negro, en la historia de Estados Unidos.

Así terminó la historia de Trump, que tras múltiples mentiras en campaña, comenzó mintiendo sobre el número de asistentes a su toma de posesión en comparación a la de su antecesor y ahora concluye con la gran mentira de un “fraude masivo” que fue incapaz de probar ante 82 Tribunales a los que apeló.

Humillantemente derrotado el 3 de noviembre en el voto popular y tras su fallida “denuncia” de “fraude electoral” rechazada por falta de pruebas en más de 80 Tribunales estatales, federales y la Suprema Corte de Justicia, Donald Trump está prácticamente acabado, por más que quiera aparentar lo contrario.

Confinado en la Casa Blanca, sin el altavoz de sus cuentas de Twitter, Facebook y otras redes sociales suspendidas permanentemente y con menos de 32% de aprobación, la imagen de Trump se diluye, mientras él pasa el tiempo viendo televisión, en llamadas telefónicas y repitiendo su “mantra” de “fraude”, planeando una “salida honrosa” de la mansión presidencial, dejando políticamente herida la capital, sede del gobierno más poderoso del mundo.

Trump evalúa formas de vengarse de los republicanos que le dieron la espalda, mientras analiza la posibilidad de otorgarse un “perdón presidencial” a sí mismo, tratando de librarse de un tsunami de demandas y cargos criminales que había logrado contener con la inmunidad presidencial, pero que al dejar el cargo, deberá enfrentar, como más investigaciones de fraude fiscal y evasión de impuestos, violación de leyes de financiamiento de campaña, al comprar el silencio de sus ex amantes por casi medio millón de dólares en efectivo, 17 acusaciones de asalto sexual, entre otras muchas cosas.

Los perdones presidenciales podrían “beneficiar” a sus hijos, su yerno, sus más cercanos colaboradores, socios, legisladores y amigos y se darán a conocer en breve.

 

Aunque soñaba con una despedida tumultuaria, que quedara en la mente de sus simpatizantes hasta 2024, en que “regresaría para retomar el poder”, ahora -tras su fallida insurrección armada e intento de golpe de Estado- tuvo que ajustar sus planes y piensa que “tras su gran desempeño” deberían “despedirlo” con una ceremonia similar a las de bienvenida a los Jefes de Estado visitantes, en la Base Andrews de la Fuerza Aérea, con alfombra roja, desfile militar, revista a la Guardia de Honor, música y 21 salvas de cañón, en lo que solo sus incondicionales están de acuerdo.

Después, Trump haría su último viaje a bordo del Air Force One a Florida, donde sus planes de vivir en Mar-a-Lago ahora enfrentan desafíos legales por convenios que firmó con el gobierno del condado y que ahora debe acatar. Ante las múltiples demandas en Nueva York, sede de su antiguo hogar y donde ya no es bien recibido, tuvo que refugiarse en Florida.

La mayoría de los estadounidenses alimentan grandes expectativas con la llegada del presidente Joe Biden, por el gabinete más diverso y multirracial, con reconocidos expertos, estudios y Ordenes Ejecutivas para iniciar de inmediato, el esfuerzo de resolver grandes desafíos, como la explosiva propagación del Coronavirus, donde el número de infectados rebasó los 24 millones y las muertes se acercan a 410.000.

Ayudará a hospitales de estados como California, al borde de su capacidad y con personal médico cada vez más fatigado, mientras aumentan las pérdidas económicas y el desempleo. Biden también buscará incrementar la vacunación, que Trump dijo, sería de 40 millones a fin de año y no llega ni a diez, a mediados de enero y de la que tampoco existen reservas, como aseguró Trump.

En el aspecto económico, Biden gestionará la aprobación de un paquete de 1.900 millones de dólares de apoyo a estados y a más de 50 millones de desempleados, que enfrentan el desalojo de viviendas rentadas por falta de ingreso, emitiendo además una orden prohibiendo desalojos y decomiso de casas por falta de pagos a las hipotecas, ayuda a estudiantes en deuda y a empresas pequeñas y medianas, marcando el contraste y diferencia con un presidente ignorante, autoritario, sin conocimiento de leyes, antecedentes o educación básica.

Biden prometió firmar órdenes ejecutivas para revertir el daño que el gobierno saliente causó en múltiples áreas y neutralizar políticas racistas de Trump, como la prohibición del ingreso de personas de países predominantemente musulmanes, una iniciativa de reforma migratoria, la naturalización de Dreamers mediante DACA, la reintegración inmediata al Acuerdo de París para Cambio Climático, retorno al marco de cooperación con la OTAN.

Entre las acciones que se esperan de Biden, está la eliminación del recorte de impuestos autorizados por Trump en 2017, orientados básicamente a las más grandes empresas de este país, que constituyen menos del 1% de la población de Estados Unidos.

Esta será una toma de posesión histórica, en muchos aspectos:

-Primera, tras la más concurrida elección.

-Primera en la historia bajo una pandemia mundial.

-Primera tras múltiples intentos de golpe de Estado de Trump.

-Primera custodiada por una fuerza militar-policiaca de casi 50 mil elementos, por tierra y aire.

-Primera en que un presidente incita a una insurrección.

-Primera de un senador durante 6 términos y 8 años como vicepresidente.

-Primera en que el presidente tiene 78 años.

-Primera en que una mujer, afroamericana, toma posesión como vicepresidenta.

Profundamente divididos, los republicanos, que luchan por “salvar” el partido de Abraham Lincoln que sin recato entregaron a Donald Trump, ahora tratan de absolver de nuevo a Trump “en aras de la reconciliación” aún cuando continúan rechazando que Joe Biden ganó legítimamente.

Los republicanos se niegan a ver que la actitud equivocada del presidente y sus constantes errores, escándalos y abusos, son los que les arrebataron, primero el control de la Cámara Baja, y luego de la Casa Blanca y del Senado.

El presidente Biden, debe trabajar ahora con sus legisladores para asegurar la rápida confirmación de su gabinete, lo que amenazaron con obstaculizar los seguidores de Trump y para eliminar el recurso de “filibustero” (Que cambia la mayoría simple por dos tercios del Senado) que invocaran constantemente los republicanos, en el intento de bloquear todas las políticas necesarias para el retorno al camino de avance democrático de Estados Unidos.

La elección de 2020 deja numerosas lecciones al pueblo de Estados Unidos y en especial al Partido Republicano, que abandonó su plataforma, su dignidad, su experiencia, su presunto amor por la Constitución y hasta el juramento que hicieron para defenderla.

Las más grandes empresas de Estados Unidos, como Coca Cola, Microsoft, Marriot, Facebook, Google, Verizon, Master Card, Hilton, UPS, Comcast, Citi y muchas más, que solo durante la elección de 2020 aportaron más de 360 millones de dólares, el 57% del financiamiento de campañas de legisladores republicanos, anunciaron que suspenderán sus contribuciones a legisladores que atentaron contra la integridad del sistema electoral, igual que dejaron de contribuir al Comité de Acción Cívica “Save America” que quería recaudar 200 millones de dólares, posiblemente una parte para la “Biblioteca Presidencial de Trump”.

Colaboración con 24 HORAS

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