Lo ocurrido ayer en la sede del Congreso de Estados Unidos es histórico por varias razones.

La primera es, desde luego, la invasión del Capitolio por parte de fanáticos seguidores de Donald Trump, en cuya cabeza una voz le sigue diciendo que le robaron la elección.

La segunda fue ver la fragilidad de lo que en el mundo se consideraba a una fuerza policial infranqueable, fácilmente superada por las hordas de extremistas republicanos que intentaron frenar el conteo de votos de la elección presidencial.

La tercera fue el hecho inédito en el que un Presidente estadounidense en funciones hiciera como que llamaba a sus fanáticos a comportarse, sin enviar un mensaje contundente para que lo hicieran.

De hecho, Trump jugó con los estadounidenses cada que escribía un tuit en los que supuestamente llamaba al orden, pero en los que insistía en que había sido despojado del triunfo en noviembre pasado.

Trump tiene dos semanas aún en el poder para seguir haciendo daño a la democracia y a su país, a menos que el vicepresidente Mike Pence decida, como lo sugirieron medios de comunicación y personajes importantes de la vida política y económica de su país, invocar la Enmienda 25 de la Constitución para destituir al magnate.

Para ello tendría que demostrar que no es apto para gobernar al país, cosa que no sería muy difícil de probar, pero esa sería una medida extraordinaria, casi desesperada.

En dos semanas, y con la concentración de poder que tiene Trump, podría poner en riesgo la estabilidad del país; por eso surgió la posibilidad de aplicar la Enmienda 25.

A México no le conviene que se incendie la casa de al lado.

En buena medida, la división social que se vio y vivió ayer en Washington se está arraigando en nuestro país, gracias al discurso presidencial que nos ha dividido en buenos (pobres) y malos (ricos).

Si Estados Unidos la está padeciendo en serio a pesar de contar con sólidas instituciones, imagine un escenario similar en nuestro país, con las instituciones puestas al servicio del Ejecutivo.

No vaya a ser.

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Si alguien dudaba de que Trump podría ir a la cárcel después de su presidencia, deje de tener dudas.

A los delitos de evasión fiscal, engañar a la justicia y los que vayan encontrando, sume usted el de sedición, que seguramente le imputarán una vez que deje el poder.

A menos que cometa el acto circense de indultarse él mismo.

En semanas anteriores se había manejado la posibilidad de que Trump renunciará por estos días y que el vicepresidente Pence tomara el cargo con el único fin de indultar a Trump.

Ya no es posible.

Pence rompió con Trump cuando se negó a evitar que el Congreso sesionara para ratificar el triunfo de Joe Biden.

¿Será que lo veremos no solo con el pelo sino también con uniforme color naranja?
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La publicación de la carpeta de investigación levantada por el entonces fiscal de Guerrero, Xavier Olea, en contra de Félix Salgado Macedonio por el delito de violación, deja muy mal parado al líder de Morena, Mario Delgado.

Delgado prometió que Morena no escogería a “impresentables’’ como sus candidatos a gobernador y ya vimos que no cumplió.

El presidente nacional del partido en el poder no puede dejar pasar ese expediente “como un error’’.

Ni que fuera un documento falsificado por la Comisión Federal de Electricidad que se resuelve “con una aclaración’’.