Alonso Tamez

El “Frente Nacional Anti-AMLO”, o FRENAAA, ha organizado decenas de movilizaciones contra el gobierno en varios estados, como caravanas de autos y protestas en plazas públicas. Algunas han sido patéticas y pequeñas. Pero otras sí han logrado llamar la atención y, al menos en la forma, parecen estar creciendo en tamaño y capacidad organizativa —como el 19 de septiembre cuando cientos de personas desplegaron tiendas de campaña en el centro de la Ciudad de México—.

Según su página, FRENAAA describe a López Obrador como “el origen y causa raíz de cientos de (…) golpes a la libertad (y) la democracia”. Asimismo, declara que su principal motivo es “buscar la dimisión de Andrés López (sic) antes de noviembre 30 del 2020, usando herramientas jurídicas, mediáticas, (y de) presión social”.

El siguiente paso, tras una hipotética renuncia del “tirano comunista” —como llaman a López Obrador—, sería “preparar un candidato para las nuevas elecciones (…) que sea arropado por todos los partidos de oposición” y dé inicio a la “reconstrucción nacional”. El líder visible de FRENAAA es Gilberto Lozano, exdirectivo de FEMSA y expresidente del Club de Fútbol Monterrey.

No comparto las demandas ni el tono de FRENAAA. Pienso que pedir la renuncia del presidente con más legitimidad en la historia es no entender lo que ocurrió en 2018. De igual forma, su clásico discurso de extrema derecha —anticomunista, religioso, etc.— es viejo e incomprensible para los mexicanos que no vivieron la Guerra Fría.

Sin embargo, FRENAAA está logrando lo que ningún partido opositor ha podido hasta ahora: convencer a ciudadanos de salir frecuentemente a las calles —cada 7 o 15 días, aprox.— para hacer política. Si nadie de la oposición le disputa la calle a FRENAAA pronto, este grupo juntará suficientes fichas para colarse en algunas candidaturas opositoras.

De hecho, al no ser un partido —y a que por ley no podría serlo hasta 2026—, es lógico que busque subsistir así. FRENAAA, pues, podría convertirse en un Tea Party mexicano: un movimiento que coloca candidatos en los partidos tradicionales para ganar influencia ideológica. El problema es que esa influencia es, dentro del tablero mexicano actual, la que está más a la derecha. Y los extremos nunca se han llevado bien con la democracia.

@AlonsoTamez