Las vacunas son necesarias y salvan vidas; y en el caso de Covid-19, los proyectos que se encuentran en fase clínica, son la puerta para recuperar la economía; pero también el liderazgo, la simpatía y los votos de algunos líderes políticos.

La ansiedad y necesidad por encontrar un recurso que detenga la propagación del coronavirus Sars-CoV-2, ha llevado a laboratorios y gobiernos a sobrevalorar los resultados muy preliminares de las cuatro investigaciones más avanzadas; pues todavía no se comprueba su efectividad sin consecuencias.

La semana pasada -de forma sorpresiva para el mundo- el Presidente de Rusia, Vladimir Putin, anunció el avance de su proyecto vacunal, lo que le valió los reflectores internacionales.

En Estados Unidos, donde en noviembre próximo habrá elecciones, Donald Trump -quien busca la reelección- ha prometido una vacuna para fin de año, aún sabiendo que es muy poco tiempo y que falta que su proyecto tenga éxito en la fase clínica de la investigación.

El desarrollo vacunal más prometedor -a decir de los especialistas- es el que realizan en Reino Unido la Universidad de Oxford y Astra Zeneca; el cual, Fundación Slim traerá a Latinoamérica y a México, en colaboración con los gobiernos, asumiendo gran parte del costo de su fabricación, a pesar del riesgo de perderlo todo en caso de que los ensayos clínicos en miles de personas, no sean exitosos.

Este anuncio, le dio un respiro al gobierno de López Obrador, quien ha presumido este logro como suyo y, ha señalado que se trata de la luz al final del túnel ¡Nada más lejos de la realidad!

La vacuna llegará a México en el primer semestre del próximo año, siempre y cuando se compruebe su efectividad y bioseguridad; y será gracias a un trabajo coordinado, y no a un logro del gobierno que se dice de la esperanza, en medio de medio millón de contagios y más de 56 mil muertes por Covid-19.