Juan José Bremer
*Representante Permanente de México ante la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO)

 

Inmersos todavía en el combate a la pandemia del Covid-19, se asoma inevitablemente en el horizonte una inquietante ola social. Las desigualdades económicas y de oportunidades han sido agravadas durante estos últimos meses por la crisis sanitaria. A esto se agrega que en numerosos países la población no ve en el horizonte el advenimiento de un mundo mejor. Por ello en el ambiente nos encontramos, en vez de voluntad de cambio, tan solo con un creciente enojo social. En estas circunstancias si no se adoptan de inmediato medidas para contrarrestar y atenuar la crisis entraremos a un periodo de mayor inestabilidad.

Las resoluciones que emprendan los gobiernos más alertas a esta problemática, no serán suficientes para atender esta crisis global. Ahora más que nunca hace falta una respuesta multilateral. Las instituciones internacionales, no obstante sus evidentes limitaciones, tienen en esta coyuntura desafortunada, una oportunidad para levantar las miras y movilizar a la opinión pública y a los gobiernos.

La UNESCO es la única Organización del sistema de Naciones Unidas a la que corresponde abordar la problemática de la vida social desde la educación y la cultura. A lo largo de su historia, la Organización ha ido incorporando paulatinamente los temas de la desigualdad y de la inclusión social como parte del marco de sus acciones e iniciativas.

La educación y la cultura constituyen los primeros pasos para avanzar en la justicia social y en la equidad. La UNESCO ha señalado la importancia de este tema al hacer de la inclusión uno de sus ejes centrales desde un enfoque integral y con la filosofía de “no dejar a nadie atrás”, mensaje principal de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.

Sin embargo, la pandemia del Covid-19 ha relevado la fragilidad de las políticas educativas y de las infraestructuras culturales de muchos países, lo que exacerba las desigualdades ya existentes. Según el Informe de Seguimiento de la Educación en el Mundo 2020, publicado recientemente por la UNESCO, menos del 10% de los países cuentan con leyes que ayudan a garantizar la plena inclusión en la educación. Tan solo en América Latina, 38% de la población no cuenta con acceso a Internet lo que limita una educación a distancia.

El sector cultural también ha sido impactado drásticamente. La casi totalidad de los sitios del Patrimonio Mundial, teatros, bibliotecas, salas de conciertos y otros espacios culturales, han cerrado sus puertas o interrumpido sus actividades con considerables pérdidas económicas y dramáticas consecuencias para su personal en particular para los artistas, quienes en la mayoría de los casos, ya trabajaban a tiempo parcial, de manera informal o con contratos precarios.

Al reverso de toda crisis se abren siempre nuevas oportunidades. La UNESCO, a través de sus campos de acción, tiene frente a sí la posibilidad y la responsabilidad de contribuir con soluciones innovadoras para abrir avenidas que ayuden a responder a estas preocupaciones. Muchos de los logros de las instituciones internacionales no se alcanzan de la noche a la mañana pero sin su impulso y dirección no habría un movimiento hacia adelante.

Los países miembros de la UNESCO han comenzado ya a debatir sobre las prioridades, los objetivos y las acciones que la Organización llevará a cabo en los próximos años. El Covid-19 y sus consecuencias mundiales, exigirán una visión y una planificación muy diferentes a las realizadas anteriormente. Es tiempo de aplicar nuevos remedios a viejos y refractarios males.

México y los países más comprometidos con los temas de la equidad y de la justicia social deberán cumplir un papel activo para que la UNESCO contribuya mediante el poder de transformación inherentes a la educación y a la cultura, a lograr un futuro mejor con sociedades más inclusivas y equitativas.