Foto: Especial Pertenecer a un área donde se da atención a pacientes con Covid-19 ha ocasionado hasta el cambio de hábitos alimenticios en el personal médico.  

Aida Cruz Pacheco es doctora desde hace 27 años, le ha tocado ver a un sin número de pacientes y vivió en primera fila la pandemia de AH1N.

Sin embargo, desde su perspectiva, nada se compara con los sentimientos, la incertidumbre y la tensión que está generando el Covid-19.

En esta etapa de su profesión Aida es de las integrantes de la primera línea de defensa del Hospital Metropolitano de Nuevo León: es un médico Covid.

En entrevista, la doctora relató que tiene muy claro el recuerdo del primer paciente que atendió contagiado de este virus; fue el sábado 21 de marzo.

Por su mente, según relató, había una gran diversidad de emociones que tenía que controlar, incluido el miedo a lo desconocido.

“El primer paciente fue muy difícil para todos, pero a medida que va avanzando tomamos confianza, aunque aún no sabemos a ciencia cierta cómo funcionan los tratamientos, ni el comportamiento completo del virus”.

En un tono de buen humor, dentro de la tragedia, Aida comentó que vestirse con toda su indumentaria tarda menos que describirla, ya que con ayuda de una enfermera auxiliar, en 15 minutos ya está lista para la batalla.

Ser un médico Covid-19 no solamente es ponerse dos pares de protectores de zapatos, doble bota quirúrgica, overol de tela micro porosa, dos pares de guantes, cubrebocas N95, gorro clínico y de protección, careta y bata clínica, sino que es todo un cambio de hábitos y en algunos casos hasta de domicilio.

“En mi familia nos preparamos para que en caso de emergencia yo me pudiera aislar de ser necesario, adoptamos todas las medidas y ellos están tranquilos.

“Han entendido que en mi trabajo, ahorita, lo único que hice fue vestirme diferente y que el día que algo pase, yo voy a ser la primera en avisarles y tomar decisiones”.

Actualmente en el área de Terapia Intensiva, a donde pertenece Aida, se encuentran internados cuatro pacientes que se recuperan satisfactoriamente.

Sin embargo, ella y sus nueve compañeros saben que este panorama no necesariamente continuará así, pues el crecimiento que ha tenido el virus les indica que pronto, la sala en la que están, no será suficiente para atender a los enfermos.

LEG