Ángel Álvaro Peña

Una vez que el Sistema Nacional de Salud se entregó prácticamente en ruinas por la anterior administración, lo que ahora existe no es precisamente un modelo adecuado para combatir una epidemia como el coronavirus. Desde luego que ya le han dicho al presidente de la República, muchas veces desde diferentes frentes, que deje de culpar a los anteriores de las deficiencias del presente. Imposible.

 

La gravedad del coronavirus tiene que ver no sólo con la enfermedad sino con la muerte. Y esto obliga a pensar en un sistema de salud diferente, que debe ser diseñado no sólo para mantener una salud óptima, sino para salvar vidas.

 

De ahí que surja una serie de dudas acerca de que si existe o no la responsabilidad adecuada de acuerdo con la dimensión del problema. Las autoridades dicen que sí responden, pero otros afirman que no. Incluso no falta quienes dicen que en los hospitales privados hay enfermos de coronavirus y que se mantiene en secreto dicha multitud, pero nunca se da a conocer, amparados en la secrecía de todo hospital privado respecto a sus pacientes.

 

Puede ser, pero lo cierto es que un hospital privado, que ahora camina hacia el monopolio de la salud en México, carece de los equipos necesarios para calificar, con toda certeza, que se trata de enfermos de esta temible epidemia.

 

Los grupos de hospitales privados han mostrado su politización desde hace varios meses ante una administración pública que no desmiente al enemigo, simplemente lo deja ser y lo peor radica en que ahora se trata de un problema de vida o muerte, y la pasividad del gobierno continúa.

 

Sabe, desde luego, que cualquier reforma que obligue a los medios o a algunos empresarios a medir sus declaraciones, sería interpretado como un ataque a la libertad de expresión. Más de un medio saltará a la discusión y no faltará el que viaje a otro país para denunciarlo ante tribunales internacionales.

 

Tienen a los medios resentidos de su parte, y esto se convierte en un problema mayor, porque en lugar de ordenar también tomó partido contra la administración pública, anteponiendo la consigna ante la verdad, lo cual complica el entendimiento de la población sobre un problema de vida o muerte.

 

Es decir, la verdadera información sobre la salud en México está condicionada, está limitada, está prisionera de los diferentes lugares de donde puede surgir una orientación que esté a la altura de las circunstancias.

 

El gobierno mexicano puede decir lo que quiera, pero es una tradición en el país no creer en los políticos, y por muy serios y realistas que sean, no tienen en su contraparte a nadie en quien pueda confiarse.

 

Es decir, en nuestro país la información sobre una enfermedad mundial que mata no hay certeza ni credibilidad. Esto es más grave que la epidemia misma.

 

Con anterioridad, en este mismo espacio, escribí: “Es de todos conocido el caso de los hospitales fachada que inauguraba Enrique Peña Nieto. Sólo le reparaban la fachada para la foto y así iba a lo largo y ancho del país inaugurando obras. Aquí lo grave es que se trataba de mentiras que daban la apariencia de una cierta preocupación por la salud de los mexicanos. En realidad, los priistas nunca se preocuparon por esos detalles, la prueba está no sólo en que hay un grave déficit de clínicas y hospitales, sino que hay un gran número de médicos y enfermeras sin empleo”.

 

En el interior del país hay una gran desinformación, porque se suma a esta situación otro problema más que consiste en la irresponsabilidad de los gobernantes. Quienes, en lugar de tratar de corregir la falta de certeza y la credibilidad que proviene del centro del país, se muestran indiferentes ante el dolor ajeno y retoman la consigna política en lugar de reforzar la verdad o por lo menos buscarla.

 

Los gobernadores de partidos distintos a Morena tienen su propia versión sobre la epidemia, y la usan para golpear a la actual administración pública, otros, los de Morena, aplauden en lugar de reflexionar sobre la verdadera situación o bien aportar datos que puedan ofrecer certeza; sin embargo, los hay peores, como el gobernador de Veracruz, Cuitláhuac García Jiménez, que, perteneciendo al partido en el poder, es decir Morena, partido al que le debe el cargo, se muestra indiferente.

 

Porque resulta evidente la falta de gratitud y reconocimiento de algunos gobernadores que, gracias a la ola de López Obrador, y no por méritos propios, ganaron ese cargo; ahora ni siquiera son capaces de defender la postura del gobierno, que es clara y muy difundida. A veces da la impresión de que la desmemoria de esos gobernadores requiere de ayuda psiquiátrica.

 

Hace unos meses, también en este mismo espacio, escribí lo siguiente. Hoy, ante de la llegada del coronavirus y a pesar de la urgencia, todo sigue igual:

 

“Es decir, hay morenistas que actúan como priistas sobre todo en cuanto la indiferencia y falta de sensibilidad, porque en Veracruz no hay señalamientos sobre las obras inconclusas, sobre todo a nivel salud donde ni el gobernador ni el Secretario del ramo han transformado algo en su entidad, simplemente se dedican a nadar de a muertito como burócratas que carecen de iniciativa y la imaginación la utilizan para cosas personales, pero no para llevar a cabo correctamente su trabajo.

 

El sector salud es una asignatura pendiente en la entidad, a grado tal que la gente se pregunta si esta vez que llegue el presidente de la República le levantará la mano al gobernador por ser el campeón de la holgazanería y la mentira o porque en realidad ha trabajado en algo.

 

Es el caso de hospitales como el de Tuxpan, Veracruz, donde el servicio de salud lejos de mejorar empeora. Sus antecedentes datan de 1824, año en el que se improvisó un hospital llamado de “guerra” para atender heridos de los frecuentes conflictos bélicos, hospital que, sin personal y sin financiamiento pronto desapareció”.

 

Y ahora no sólo sigue igual, sino que la negligencia y la flojera, puede matar más personas que el coronavirus. PEGA Y CORRE. – La especulación de los mercados empezó ahora por esconder productos para subirlos de precio en cuanto saquen su mercancía de las bodegas. Hay otras alternativas de consumo, habrá que tomarlas… Esta columna se publica los lunes, miércoles y viernes.