Ni bien se había secado la tinta que daba cuenta de la negativa del Gobierno de México a que Donald Trump declarara terroristas a los cárteles mexicanos, cuando el mandatario estadounidense anunciaba que sí lo hará en los próximos días.
Trump dijo que ha estudiado el tema por lo menos en los últimos tres meses, pues para catalogar a los cárteles de la droga como terroristas tiene que pasar por un procedimiento en la Casa Blanca.
O sea, no es nomás así como así, sino con datos duros.
El asunto es que la declaración de Trump, muy en el sentido de lo que piensan millones de mexicanos, además de la familia Le Baron, que fueron los primeros en solicitarlo formalmente, pone a México contra la pared.
Ayer mismo Ebrard solicitó reuniones con funcionarios estadounidenses, entre ellos su homólogo Mike Pompeo, para ofrecerles la visión que tiene México sobre el particular.
¿Qué puede agregar Ebrard a lo que tanto se ha dicho y visto en el país?
Terrorista es el que siembra terror entre un grupo de personas, ya sea con fines políticos, religiosos o cualquier otro, de acuerdo con una definición de la ONU.
¿Es un cártel un grupo terrorista cuando establece toque de queda, cuando se financia de un esquema paralelo de impuestos (extorsiones) cuyo incumplimiento se paga con la vida?
¿Cuándo secuestra y asesina “como escarmiento’’ para sus rivales y la población en general?
¿No fue terrorismo lo que vivimos en Culiacán y recientemente en Nuevo Laredo? ¿Y lo que ocurre en otras ciudades y pequeños municipios alejados de los medios electrónicos de comunicación, que se despiertan con media docena de decapitados o cuerpos incinerados?
Se entiende, por supuesto, el riesgo que existe para el país la calificación de terroristas que el gobierno de Estados Unidos podría otorgar a los cárteles del narco.
Pero esto también se pudo haber evitado si la estrategia de seguridad del Gobierno actual estuviera basada en hechos y no en dichos; en inteligencia y no en manifestaciones infantiles de abrazos y no balazos.
Ebrard tiene una dura, durísima batalla enfrente para evitar esa clasificación que pondría, de golpe y porrazo, al Ejército estadounidense en la frontera norte “para la protección del territorio’’.
Suerte con eso, canciller.
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Mario Delgado, “El Purificado’’, no quita el dedo del renglón y junto a la grey obradorista va contra lo que queda de los partidos de oposición y el INE.
El coordinador de los legisladores de Morena anunció que la próxima semana se debatirá una iniciativa para reducir en 50% el financiamiento a los partidos políticos.
En términos llanos, reducir ese porcentaje en una sola exhibición sería acabar –o al menos el principio del fin-, de los partidos de oposición, que no tienen ninguna otra forma de financiamiento.
Morena hizo una propuesta tramposa: que la oposición acepte la iniciativa a cambio de que se anulen la multas en el INE.
Peroooo, resulta que el partido que más dinero acumula en multas ¡es Morena! O sea, estarían matando víbora en domingo, como se dice.
La otra es una propuesta del PRI, que ni siquiera se ha formalizado pero que sugiere que cada año, a partir del próximo, el financiamiento a partidos se reduzca 10% hasta llegar al 50%.
Y sobre el INE, 126 diputados de Morena y sus aliados firmaron la iniciativa para reducir de nueve a tres años la presidencia del Instituto, lo que dejaría fuera a Lorenzo Córdova, a pesar del gran papel que ha desempeñado al frente del organismo.
¿Pasarán?