Según una encuesta levantada recientemente (julio-sept., 2019) por el Dr. Alejandro Moreno (https://bit.ly/2n9twJ0), 57% de los mexicanos se dijeron poco o nada satisfechos con la democracia en sus estados; y 54% consideró que sus entidades son poco o nada democráticas.

 

Asimismo, 43% prefiere un gobierno autoritario (17%) en ciertos casos, o muestra indiferencia ante uno democrático o uno autoritario (26%). En otras palabras, este 43% muy probablemente no saldría a defender la democracia en caso de ser necesario. Por otro lado, si bien 51% dijo apoyar la democracia por encima de otras opciones, Moreno admite que en un estudio similar de 2010, “la democracia era preferible para 61%”, 10 puntos más que hoy.

 

En su libro “Antipluralismo” (Yale, 2018), el Dr. Bill Galston, ex asesor de Clinton, aborda algunas causas del declive democrático actual que afecta a varias naciones. Entre las más cruciales, habla del magro desempeño económico mundial post-2008: “El crecimiento tiende a expandir la clase media, y las clases medias más grandes a menudo promueven la consolidación de las instituciones democráticas liberales. El retroceso económico, por el contrario, ejerce presión sobre estas instituciones y las normas que las sustentan” (p. 31).

 

En la última década, el crecimiento promedio de México fue de apenas 2.2% (INEGI, 2019), y de hecho, entre 1970 y 2018, el pico (9.6%) se registró en 1979, hace 40 años (Banco Mundial, 2019). Para 2019, se estima que la economía crezca solo 0.8% (Banxico, 2019), lo que será claramente insuficiente para una población que crece 1.1% al año (Banco Mundial, 2019). Asimismo, 2020 espera un crecimiento económico débil: 1.5% (Banxico, 2019).

 

Por lo mismo, es probable que el apoyo y la satisfacción con la democracia en México no mejoren en el corto plazo, con todos los riesgos que ello podría implicar: mayor polarización (menor cooperación, pues) entre sectores políticos; un creciente desdén por las instituciones y la ley; y la aparición o fortalecimiento de demagogos dispuestos a ofrecer lo que sea a un pueblo decepcionado.

 

En otra parte del libro, Galston, con la seriedad de la simpleza, nos deja una frase inquietante: “Mientras que para algunos la democracia liberal puede ser (…) un fin en sí misma, para la mayoría es un medio para una vida próspera, pacífica y segura. Es un árbol conocido por su fruto. Pero si deja de producir el cultivo esperado, ese árbol puede cortarse” (p. 14).

 

@AlonsoTamez