En boxeo se le llama uno-dos. Primero el jab: las casas no declaradas; 800 milloncitos. Luego, esta semana, el recto de derecha: Bartlett, el titular de la CFE, el que, en palabras del presidente López Obrador, ayuda a “limpiar” la Comisión, un hombre al que –dijo– le tiene confianza, dejó también de declarar un puñado grande de empresas. Dada a conocer por Carlos Loret, la investigación fue un golpe duro para la 4T, como se ha repetido. Y es que con el desastre integral de la economía, la salud o la seguridad pública, con la atrocidad añadida de entregarle la educación a la CNTE, que mientras tanto sigue con su política de secuestros multitudinarios, la 4T se sostiene en esa retórica de lucha contra la corrupción que tan bien ha sabido desarrollar el Presidente.

Bartlett la puso muy seriamente en entredicho, y su valedor no supo o no pudo responder apropiadamente.

Y es que defenderlo puede traer consecuencias graves. A botepronto, lueguito de lo de las propiedades, Irma Eréndira Sandoval acompañó al Presidente en su confianza al decir, sin investigación, a golpe de inspiración, que no había pruebas contra Bartlett.

Tuvo que batirse en retirada. Aparte de los documentos encontrados por la reportera Areli Quintero, la simpatía del Presidente por Bartlett sólo es compartida por sus seguidores más impúdicos: a izquierda y derecha, se le recuerda el protagonismo en el presunto fraude del 88 y su proximidad con los casos de Manuel Buendía y Kiki Camarena, por ejemplo. Perdonarlo por decreto, como se intentó en primera instancia y como volvió a hacer el Presidente con lo de las empresas, eventualmente le pegaría a un eje de la 4T, a un pilar.

Así que no es fácil entender ese apego, más allá de que se hayan formado ambos en el priismo ultramontano. En la mañanera del día siguiente, López Obrador volvió a sus peores hábitos. ¿Qué dijo? Que no le tiene confianza a “las gentes que hicieron esa investigación”, que responden a intereses económicos y son “conservadores”, y que el licenciado es víctima de una campaña. Pero limpiar su imagen, relativizar su historial oscuro, no es posible. Bartlett, para el Presidente, va a ser lo que Dos Bocas, Texcoco o el Tren Maya: una malísima inversión en el largo plazo. Una muestra más de esa característica tan de la 4T y tan de los populismos latinoamericanos: el cortoplacismo. Puede que el Presidente sea capaz de calcularlo y no pueda hacer algo al respecto. Malo.

Puede que no sea capaz de calcularlo. Malo también.