Podemos imaginar a Gustavo en Costa Rica con rostro de sopor.

De tanto en tanto, clava los ojos en su reloj, sorprendido por el lento transcurrir del tiempo: no pueden ser las 11.48 si hace como hora y media eran los 11.25.

Busca en su celular algo que lo entretenga, incluso algún juego que lleve décadas sin practicar, acaso Tetris o, por ir más atrás en su vida, Pac-Man.

Gira la mirada al volcán Arenal, desiste al cabo de un instante, resignado a que así no quemará la estacionada mañana.

Mientras se limpia el sudor de la frente con un pañuelo y aleja el periódico releído tantas veces, intenta llamar a varios contactos, pero nadie responde: sus conocidos sí tienen obligaciones un lunes al mediodía. ¿Y él? A la vista de lo que ha declarado en su adiós a la selección costarricense, él no.

Exento de esas semanas de dos partidos, tan habituales en los clubes que antes entrenaba, habrá pensado que bastaba con trabajar los escasos días del año en que se concentran los equipos nacionales (unos cuarenta en este 2019, incluyendo Copa Oro).

¿Acudir a entrenamientos, sopesar opciones, viajar a ver a sus dirigidos que actúan en el extranjero, desarrollar nuevos talentos, generar variantes tácticas? No, o eso no era para él, o eso no le sacia, aparentemente nadie le aviso cómo iba a ser eso de ejercer de seleccionador.

Así que, casi por dignidad y amor propio, renuncia al timón del cuadro tico. ¿Y lo que se creyó en él, y el representar a un país, y lo que prometió, y los proyectos venideros? Nada puede contener al que sale corriendo de un cine en el que se emite una película en idioma incomprensible o al que está decidido a aventar una novela que ya le hastió. Nada puede contener a quien se ha aburrido.

Alguna vez fue candidateado para la selección mexicana. Menos mal que entonces no cometió el error de aceptar. ¿Y si después de abandonar a Costa Rica le llamaran Brasil o su país, Uruguay, sólo por probar? Dice que no lo volvería a hacer, aunque como lo que dice no es siempre lo que hace, ya se vería.

Cuando alguien habla de un trabajo aburrido, me vienen a la mente enésimas opciones antes que la de seleccionador. Matosas asegura que eso sí es tedio y no otras labores de mayor variedad como andar sellando documentos, o subiendo rocas por siempre al cerro, o limpiando cada día los mismos baños.

Lo que el director técnico quiso vender como estar atrapado en su burbuja, no puede ser más que una excusa. Ya hallará donde el tiempo corra más de prisa.

Twitter/albertolati

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