Se vivió una semana intensa en la Cámara de Diputados con la renovación de la mesa directiva. Tras un intenso debate para lograr mantener la presidencia de la mesa, al final se obtuvo una rectificación y se logró echar para atrás la propuesta de reforma a la Ley Orgánica del Congreso. Esto incluso fue celebrado por el presidente. Quedarse con la mesa directiva de Diputados complicaría la relación con las otras fuerzas políticas, crearía una crisis institucional y, sin duda, era algo que no abonaba a la democracia.

Lo sucedido me hizo recordar lo que pasó en España tras el declive de Franco. El Rey Juan Carlos I tuvo una participación clave durante la transición de la dictadura franquista a la democracia y lo hizo de manera pacífica. Es decir, fue la figura que representó la transición, ya que logró la conciliación entre las distintas fuerzas políticas. Y lo consiguió con la participación de todos: radicales, moderados y conservadores, siempre anteponiendo el objetivo en común de la democracia. En ese sentido, creo que es necesario que ocurra lo mismo en nuestro país, porque todos tenemos un objetivo común, buscar lo mejor para el país y que nos vaya bien a todos.

Con la mayoría legislativa que actualmente tiene Morena, podía modificar la ley para impedir la rotación de la mesa, o incluso impulsar a uno de los partidos aliados, como el PT, haciendo una transferencia de diputados para impedir que otro partido lograra estar al frente de la mesa directiva. Sin embargo, esto no es correcto, además que sentaría un mal precedente. El año anterior lograron una votación histórica, pero eso no les da el derecho de pisotear los acuerdos que ya se habían establecido. Eso implica ir contra una de las luchas que ha sido una de banderas de la izquierda mexicana, que al final logró que la presidencia de la mesa directiva fuera rotativa. Si verdaderamente se pretende la regeneración de la vida pública del país, se deben respetar los acuerdos, así como a las oposiciones políticas y no tener una visión autoritaria. Lo mencionó el mismo presidente, la transformación del país pasa por el estricto apego a la legalidad.

Es tiempo de hacer correcciones. El presidente ha logrado hacer cambios en la visión de gobierno. En materia económica se ha dado cuenta de que es importante impulsar el crecimiento, por ello las medidas que impulsa la Secretaría de Hacienda para reactivar la economía; también se lograron acuerdos para destrabar los contratos de los gasoductos, consecuentemente, se reanudarán las asociaciones de Pemex con el sector privado. Esto se hace porque lo más importante es sacar al país adelante. En ese sentido, es momento también de que las distintas fuerzas políticas logren acuerdos que puedan confluir en un proyecto de nación.

Además, la concentración del poder es algo innecesario. El presidente actualmente tiene el 70% de aprobación, y el 84% de la gente se siente contenta. No se tiene que permitir que ciertas minorías se radicalicen y eviten la construcción de un proyecto de nación para todos. Asimismo, en la discusión para retener la mesa directiva, se dejó del lado la prudencia, honestidad y justicia (valores que siempre ha impulsado el Presidente) y se intentó “mayoritear”. Pero al final, el coordinador de la bancada, Mario Delgado, junto con otros legisladores lograron que el tema se discutiera sobradamente, imponiendo los valores que el presidente enarbola, y lo que pudo haber sido un muy mal precedente solo se quedó en el intento.

Una lección de todo lo sucedido, es que lo importante es ver por todos y que nadie se quede fuera del proyecto del presidente.