Foto: Twitter / @sapienscat La consigna de los ocho terroristas era la liberación de 234 compatriotas encarcelados en territorio judío; sin embargo, Israel no accedería a la petición  

Los Juegos Olímpicos tienen como finalidad el promover la sana competencia entre deportistas, sin importar su religión, raza, idioma o país de procedencia; sin embargo, este objetivo fue cortado de tajo en la edición celebrada hace 47 años en Múnich, cuando se cometió uno de los mayores actos de antisemitismo deportivo.

 

Tras la Segunda Guerra Mundial, la Alemania Occidental estaba más que dispuesta a demostrar el ambiente de paz y respeto hacia otros pueblos después del trágico episodio vivido entre alemanes y judíos.

 

Fue durante la madrugada del lunes 5 de septiembre, cuando las residencias de la Villa Olímpica de Múnich fueron testigo del atentado que sufrió la delegación israelí a manos de terroristas palestinos.

 

Los terroristas, quienes iban vestidos como atletas, entraron al saltar las vallas de seguridad, confundiéndose con atletas que regresaban de haber pasado unas horas fuera de la villa.

 

Los integrantes de la organización Septiembre Negro cargaban bolsas de mano en las que guardaban las armas con las que horas después matarían a deportistas de Israel.

 

Las primeras víctimas de aquel ataque fueron Moshe Weinberg, entrenador de lucha libre, y el levantador de pesas Yosef Romano, quienes fueron asesinados en su intento por frustrar el asalto.

 

Pasadas 34 horas de secuestro los deportistas Zeev Friedman, Yosef Gutfreund, Eliezer Halfin, Kehat Shorr, Yaakov Springer, David Berger, Andre Spitzer, Amitzur Shapira y Mark Slavin, fueron asesinados a manos de los pistoleros palestinos.

 

La consigna de los ocho terroristas era la liberación de 234 compatriotas encarcelados en territorio judío; sin embargo, Israel no accedería a la petición.

 

 

Unos juegos opacados

 

 

Las actividades deportivas se reanudaron el 7 de septiembre, después de que se ofreció una ceremonia funeraria en el estadio Olímpico con todas las banderas a media asta, excepto las de los países árabes.

 

A partir de los acontecimientos, los eventos deportivos se celebraron en medio de una tensa calma, ya que los cuerpos de seguridad multiplicaron su presencia en todas las sedes deportivas.

 

El inmenso logro del medallista olímpico Mark Spitz de colgarse siete preseas de oro durante la justa olímpica fue opacado a consecuencia de este fatal incidente.

 

El denominado “Martes negro” quedará por siempre en la memoria, no sólo del deporte mundial, sino de la humanidad entera, pues hasta el día de hoy es considerada como una de las peores masacres.

 

 

 

jhs