De los estadios llamados en honor de directivos (por ejemplo, Santiago Bernabéu o Vicente Calderón) o a causa de algún azar de la zona (pensemos en Stamford Bridge en Londres o Liniers en Buenos Aires), vamos pasando a velocidad a los escenarios con nombre vendido a un patrocinador, tema en el que el deporte estadounidense es el gran pionero y promotor.

De tal forma que en este camino casi nos hemos saltado a los más importantes, que son quienes de manera más hermosa han jugado futbol y, con ello, posibilitado que mayores colosos se construyan.

El Camp Nou hubiese sido inexplicable sin la necesidad de ver en la cancha a Ladislao Kubala, como Old Trafford fue requiriendo de ampliaciones luego de gozar a su trinidad ofensiva (Bobby Charlton, Denis Law y George Best) y el Monumental de River pudo crecer en 1958 gracias a la venta de Omar Sívori a la Juventus (en ese instante, el fichaje más caro de la historia), aunque con la paradoja de disponer de más gradas para admirar a quien ya no estaba.

Valga el preámbulo anterior para referirme a que los estadios tendrían que portar nombres de futbolistas. Con el inmenso respeto que merece el periodista Mario Filho, quien tanto se esforzó porque se erigiera Maracaná, ese hoy habría de ser Estadio Pelé (aunque asimilemos que ni siquiera el del club Santos está dedicado al tricampeón mundial). Algo así como lo que sucede con el Giuseppe Meazza de Milán, por la gloria interista. O como lo que pasa en Ámsterdam, con su Arena rebautizada en honor de Johan Cruyff.
A propósito del genio holandés, este martes se ha inaugurado en Barcelona el Mini Estadio Johan Cruyff. ¿Por qué sólo atreverse con el segundo escenario en relevancia y no con el primero, que es el Camp Nou? Considerando el impacto de Cruyff en esa institución, la decisión sólo resulta comprensible al reparar en lo atípico que es que un equipo entregue el nombre de su estadio a su estrella más legendaria. ¿Actuaría diferente el Barça si en Madrid resonara el estadio Alfredo Di Stéfano? Muy posiblemente.

El remedio lo encontró Argentinos Juniors con la extraña mezcla Estadio Autocrédito Maradona…, algo que a buen seguro a muchos no gustará, mezcla de sentimiento y facturación.

Cuando muchos de esos estadios europeos (o sus cascarones) se construyeron, no existía la adoración por un personaje en el inconsciente colectivo de esa afición. Décadas después ya existe, pero, puestos al cambio, es difícil resistir la tentación de unos millones de euros adicionales al año.

Twitter/albertolati

LEG

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