A las afueras de la Catedral metropolitana, Odilón Jardines gira con su brazo el cilindro grabado dentro de su organillo. Se dedica al oficio de cilindrero desde hace más de 20 años, aunque su familia lo hace desde 1884, año en que el instrumento, de origen alemán, llegó a México.

Desde entonces, toda la familia de Odilón ha laborado de la misma forma, en las calles y plazas públicas de la Ciudad de México.

“Tengo tres sobrinos, cuatro hermanas y otros más. Debemos ser como unos diez los que estamos trabajando en esto”, compartió para 24 HORAS.

Explica que los cilindros tienen grabadas ocho piezas. Melodías contemporáneas como Las mañanitas, Cielito lindo, María bonita son las que emanan de su caja sonora.

“Actualmente sólo hay un organillo en la ciudad que toca valses, como los originales, que llegaron de Alemania” detalla, “los organillos son como los bebés; les hace daño el sol, el agua, el zangoloteo”.

En 1975 se conformó la Unión de Organilleros de la República Mexicana. De 120 miembros que originalmente formaron la agrupación, hoy suman menos de 50.

Entre los fundadores y congresistas del acta constitutiva de la unión se encuentra Odilón Jardines Zarco, padre de Odilón, como secretario de Conflictos.

Con atuendos color beige, tipo militar y quepí, el uniforme fue inspirado por el Ejército Revolucionario de Los Dorados de Francisco Villa, en sus expediciones durante la Revolución Mexicana.

La Unión de Organilleros de la República Mexicana definió ese atuendo como el uniforme oficial de los que practiquen el oficio.
Actualmente, la selección de sonidos en peligro de extinción de la Fonoteca Nacional reconoce los organillos como uno de los sones próximos a desaparecer.

Entre ellos también se encuentra el sonido de los afiladores de cuchillos, el merenguero, camotero, globero, pajarero, zapatero, tamalero, heladero, así como la campana de las máquinas de escribir.

LEG