El asesinato de ocho mexicanos ocurrido en un supermercado de El Paso, Texas, quedará simplemente como anécdota porque el gobierno mexicano no hará nada al respecto.

Ni una nota diplomática, ni un reclamo mañanero ni una alerta para los mexicanos que visiten Estados Unidos estos días.

Dos acciones, de acuerdo con el secretario de Relaciones Exteriores, hará México: denunciar al asesino como “terrorista’’ y, aquí en México, que la Fiscalía General de la República (FGR) investigue “los posibles nexos’’ del orate xenófobo con no sabemos qué o quién.

La tragedia había puesto a Andrés Manuel López Obrador una bola justo en el centro de la zona de bateo para que conectara un jonrón, y lo que sacó fue una rolita al pitcher para ser ponchado.

El Presidente mexicano no quiere molestar a Donald Trump ni con el sonido de un leve reclamo.

Pero no se trata de declararle la guerra, sino de pedirle que cese el discurso de odio hacia los latinos, hacia los mexicanos, que ha sido el sustento de su campaña presidencial ganadora y de la que emprendió en busca de la reelección.

¿Cuántos muertos más se necesitarán para que el gobierno mexicano reaccione como tal?

Lo menos que podría hacer el gobierno es acompañar a los deudos de los mexicanos muertos en sus demandas de indemnización si es que son interpuestas, como sería lo esperado.

No se trata de guerra, se trata de respeto.

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Al que le fue como en feria fue al gobernador de Hidalgo, Omar Fayad.

No se sabe por qué extraña razón, Fayad acudió al informe de los senadores de Morena por el estado, Julio Menchaca y María Merced González.

En los informes de senadores de Morena en otros estados, ningún gobernador había asistido por una cortesía política elemental: no le puede competir por el aplauso al legislador en turno.

La arrogancia del hidalguense le pasó factura; fue recibido con una sonora rechifla por los poco más de dos mil morenistas invitados de los senadores.

El problema no fue sólo la presencia de Fayad en un evento puramente partidista como han sido los informes de los legisladores de Morena.

El gran problema fue que ¡se aventó un discurso! en el que descalificó a sus ex compañeros del PRI –los llamó “mezquinos’’- por no haber apoyado las reformas legales que pedía el Ejército para encargarse de la seguridad pública del país.

Y, obvio, se desvivió en halagos para el gobierno de López Obrador “por sus logros y sus esfuerzos’’, a pesar de que durante la campaña presidencial llamó “descerebrados’’ a quienes se manifestaban a favor del tabasqueño.

Vaya que los tiempos cambian.

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El PAN dividirá en dos el año de la presidencia de la Mesa Directiva que le corresponde, según la convocatoria de los diputados del blanquiazul.

No es la primera vez que lo hace.

En la legislatura anterior fueron los diputados Javier Bolaños Aguilar y María Guadalupe Murguía los elegidos.

Anteriormente fueron Ricardo Anaya y Marko Cortés.

De acuerdo a la convocatoria. será una mujer la que presida los trabajos en San Lázaro y en el segundo semestre, un hombre.

Claro, si Mario Delgado se sostiene en lo dicho y no deja pasar a la diputada Dolores Padierna, que le quiere hacer de chivo los tamales.