Los partidos se juegan en Egipto, pero es en Francia donde más se desborda la euforia por las victorias futbolísticas, un recordatorio más de la larga presencia colonial gala en el llamado Continente Negro. Desde hace varias semanas, París, Marsella, Lyon y muchas otras ciudades francesas viven al ritmo de la Copa Africana de Naciones con fiestas callejeras que degeneran en violencia y saqueos tras cada avance de la Selección Nacional de Argelia.

Las celebraciones sin control después del triunfo argelino sobre Costa de Marfil en los cuartos de final terminaron mal, con un balance de una persona muerta, por atropello, decenas de policías heridos, más de 70 detenidos, varios comercios destrozados cerca del Arco del Triunfo en París y una ola de consternación.

La cosa se puso aún más intensa el 14 de julio (el muy simbólico día de la Fiesta Nacional). Con un gol de Mahrez en el minuto 94, que tumbó a Nigeria y le permitió a Argelia clasificarse a la final, estallaron en júbilo cinco millones de argelinos y binacionales que radican en Francia. Estamos hablando de la mayor colonia de argelinos en el mundo. En cuestión de segundos se llenó de banderas argelinas la icónica Avenida de los Campos Elíseos, salpicada de algarabía de claxonazos, histeria, exaltación, sin límites, locura colectiva, tráfico desquiciado. Su consecuencia: 300 arrestados, más de 70 coches incendiados, altercados con la Policía, comercios hechos añicos, densas nubes de gas lacrimógeno y el sentimiento de impotencia ante estos hechos.

Saborear en París en una fecha tan simbólica como el 14 de julio el triunfo deportivo de un país como Argelia, -que de 1830 a 1962 perteneció al Imperio francés-, el hasta hace poco epicentro del poder galo en el noroeste de África, implica querer compensar la frustración de un pueblo. Porque 57 años después del acceso de Argelia a la independencia tras una larga y feroz guerra, las heridas del colonialismo aún no cicatrizan, porque el rencor aún no sana, porque la necesidad de exhibir en la calle, a veces con violencia, una conciencia identitaria es más fuerte que el miedo a la carga policial.

Habrá que revisar las fallas en los procesos de integración de la comunidad argelina y magrebí en Francia. Pero antes habrá que ver cómo terminará el choque final de la Copa de África, Argelia-Senegal, el próximo viernes. París ya se está blindando ante otro partido caliente.