Se soltaron las jaurías que ahora atacan sin piedad al ex secretario de Hacienda, Carlos Urzúa, por su atrevimiento de renunciar y de decir por qué.

Lo que no pueden ver los encolerizados defensores del presidente Andrés Manuel López Obrador ante todo aquel que se atreva a tocarlo con el pétalo de una insinuación, es que Urzúa Macías no debería ser ya un problema para la 4T.

En primer lugar, porque ya dejó su posición de privilegio, desde donde intentó llevar un poco de congruencia económica y financiera a un Gobierno que aparece sin pies ni cabeza en los temas que tienen que ver con el ejercicio presupuestal.

Urzúa es ya un profesor del Tecnológico de Monterrey, que seguramente tendrá grupos siempre llenos de alumnos interesados en saber cómo no se deben hacer las cosas desde la administración pública.

Algo que también pierden de vista los rabiosos detractores del ex secretario de Hacienda es que la entrevista que tanto les molesta, que ahonda en los motivos de su renuncia, es realmente un mensaje de ajuste de cuentas de los más radicales de la 4T en contra de los más moderados y quien se ha convertido en su objetivo de aniquilamiento dentro del primer círculo presidencial: Alfonso Romo.

Al menos en su redacción final, la entrevista publicada en la revista Proceso con Carlos Urzúa, llena de loas al presidente López Obrador, acepta sólo discrepancias en sus puntos de vista, pero acribilla al jefe de la Oficina de la Presidencia.

Tiene, sin duda, su lado de ajuste de cuentas interno dentro de ese grupo no tan monolítico del Presidente y que deja ver ciertas grietas en la forma de aconsejar al jefe de la 4T.

La economía mexicana no va bien. Un peso apreciado frente al dólar por cuestiones de altos rendimientos en las mesas de dinero no es síntoma de prosperidad. Pero eso no lo pueden ver ni la feligresía ni los más radicales del primer cinturón del Presidente.

Y cuando la congregación de la 4T voltea a ver al nuevo secretario de Hacienda, Arturo Herrera, comete el mismo error del blanco y negro. De presumir que su llegada apreció al peso frente al dólar, de asegurar que hay confianza total en su manejo de la hacienda pública.

No hay duda de sus capacidades, de su conocimiento de la dependencia y de sus buenas credenciales.

La duda real es si este personaje, que no pudo evitar su pesadumbre cuando lo presentaba el Presidente, tendrá margen para rescatar la economía, ya en franco declive y evitar que se descompongan las cuentas públicas del país.

Si Herrera está sólo para recibir órdenes y cumplirlas al costo que sea, podría convertirse en el villano de una futura y nada descartable crisis económica.

Si pretende el nuevo secretario de Hacienda hacer lo correcto, pero simplemente no lo dejan y éste no puede imponerse sobre las visiones absurdas del manejo económico de la 4T, hay que ver cuánto dura en su encargo.