¿Es posible que la creación de un ambiente de desconfianza para desalentar las inversiones sea parte de una estrategia de Gobierno?

Suena absurdo que el propio Gobierno federal tuviera interés en ponerle trabas al desempeño de la economía. Pero ante el cúmulo de autoatentados a la estabilidad económica y financiera, podría ser la manera de forzar el argumento del fracaso total del “modelo neoliberal” para impulsar, hasta con cambios legislativos, un giro hacia estrategias no propias de una economía de mercado.

Para los ciudadanos que entienden del desempeño de la economía y que se mantienen informados, resulta incomprensible que la 4T tome decisiones que corren en contra del sentido común.

Desde la gran señal inicial de cancelar la construcción del aeropuerto en Texcoco, hasta la más reciente de ayer de cancelar los permisos de fracturación hidráulica para la exploración petrolera, que apenas unas horas antes la Comisión Nacional de Hidrocarburos había autorizado.

Son señales de desconfianza que por ostentosas y evidentes no parecen ser simples contradicciones; parecerían tener el claro propósito de minar la confianza de los que invierten y acelerar esa curva de desaceleración económica en la que indudablemente ha caído México.

Otro síntoma preocupante es la divergencia en las cifras oficiales. Hasta hoy, la confiabilidad de los datos estadísticos no es algo que se cuestione. Hay confianza plena en lo que publican las instancias públicas, empezando por el INEGI, y ni hablar del autónomo Banco de México.

Pero en muy pocos días entidades públicas han sido obligadas a replantear su información para adaptarse al discurso del presidente Andrés Manuel López Obrador.

El Centro Nacional de Control de Energía (Cenace) había declarado el estado de operativo de emergencia en la península de Yucatán. La lógica reacción que esto provocó fue atenuada al día siguiente con un desmentido de la propia Cenace, contradiciendo su propia información.

Esta misma semana, con datos de Petróleos Mexicanos, quedó claro que la tendencia de baja en la producción de petróleo crudo en México se mantiene y que durante mayo pasado siguió esta tendencia.

Pero salió el presidente López Obrador a decir que, con sus otros datos, esto era falso. En la mañanera de ayer el director de Pemex, Octavio Romero, salió a hacer malabares para explicar que las proyecciones hablan de una mejora. Un recurso retórico para matizar sus propios datos.

Y es justo en este ambiente de caída dramática en la producción de hidrocarburos que el Presidente cancela, por su propia voluntad, los permisos de fracking recién otorgados. A pesar de ser una vieja práctica de la propia empresa petrolera mexicana que puede aumentar la producción de petróleo.

Son tantas y tan evidentes las señales negativas que manda este Gobierno a los agentes económicos que no parece lógico que se trate simplemente de impericia.

Puede haber detrás el deseo de llevar esto al fondo, a la crisis económica, para argumentar ante la no poca feligresía política que hay que girar por completo el modelo económico del país. ¿Alguna otra explicación, por favor?