La carta debe ser extensiva a quienes, habiendo llegado al puesto, ya se sienten dueños de un municipio, un estado o del país. A quienes sumergidos en una tremenda dosis de arrogancia piensan que el poder es para ejercer la venganza y servir económicamente a su secta o feligresía.

 

Y es que el 13 de junio pasado, el presidente Andrés Manuel López Obrador envió un oficio en donde instruye a los servidores públicos a no admitir “propuestas indecorosas” de sus cercanos y familiares. A sus hijos y familia en general, los ata de manos para forjar negocios al amparo del poder presidencial.

 

“En consecuencia, les reitero: no acepto, bajo ninguna circunstancia, que miembros de mi familia hagan gestiones, trámites o lleven a cabo negocios con el Gobierno en su beneficio o a favor de sus ‘recomendados’”, sentencia el escrito sin título identificado como Presidencia-016/06/13/19.

 

El escrito tiene particular relevancia en un país en el que los familiares incómodos de los Presidentes en turno se convirtieron en facilitadores de estafas millonarias con recursos públicos al cobijo del nepotismo y la impunidad.

 

Prácticas que se sintetizan en El circo, uno de los populares corridos de Los Tigres del Norte: “Entre Carlos y Raúl eran los dueños de un circo. Carlos era el domador, el hermano más chico. Raúl, el coordinador con hambre de hacerse rico. Se hicieron tan influyentes que empezaron a truncar los circos por todos lados hasta hacerlos fracasar, pa’ quedarse con las plazas y libres pa’ trabajar”.

 

Pero el memorándum de López Obrador es por igual un garrotazo en la mesa para aquellos secretarios, secretarias o directores de dependencias y funcionarios de primer nivel que recién estrenados anden tentados en llevar agua a su molino, de menear las cosas para un lado u otro. Cuando menos deberían pensarla dos veces, sobre todo por aquella advertencia con la que se les fustiga: “Sólo me resta decirles que, de no cumplirse esta recomendación, se podría caer en actos de deshonestidad y en la esfera del derecho penal”.

 

¿Por qué a mitad del primer año de Gobierno, el Presidente ha tenido la necesidad de frenar en seco a los suyos y hacerlo público? ¿Había ya indicios de “propuestas indecorosas” de familiares a funcionarios para operar suculentos negocios en nombre del tabasqueño?

 

AMLO ha tratado de cultivar la honestidad como su bien político más preciado; sabe que en este clima económico y social complejo cualquier acto de corrupción de su entorno más cercano sería un durísimo golpe a su proyecto entero. Por eso exige que ni los reciban ni les tomen la llamada, “nada de nada”.

 

Las reglas están trazadas. Es apenas el inicio de la administración de un político que ha sostenido desde siempre que no establece relaciones de complicidades con nadie. Pero, de darse el caso, ¿López Obrador estaría dispuesto a ser el primer Presidente mexicano en actuar contra un familiar cercano? Esperemos que la pura advertencia sea suficiente para evitar la encrucijada.

 

 

 

 

jhs