La crisis de seguridad en La Huacana, Michoacán, por la agresión contra miembros del Ejército forma parte del incumplimiento de la estrategia de seguridad y obliga a un replanteamiento a nivel local donde Gobiernos estatales y municipales han perdido el control político y quieren recuperar liderazgos por la fuerza policiaca.

La estrategia de seguridad se ha diseñado sin una evaluación crítica de la anterior y sin tratar de corregir las deficiencias. Las Fuerzas Armadas fueron lanzadas contra los cárteles de Michoacán el 11 de diciembre de 2006, y más de 12 años después la situación está peor: de actividades criminales se ha pasado a la expulsión del Estado nacional de espacios territoriales de la soberanía de la República.

La crisis de Michoacán no se va a resolver enviando tropas de la Guardia Nacional. Gobiernos perredistas y priistas han fracasado en la consolidación de tejidos sociales y políticos. En términos estrictos, Michoacán es una tierra de nadie. Y para esos desafíos, la respuesta no debe salir de la Secretaría federal de Seguridad, sino de la Secretaría de Gobernación… hasta hoy sin rumbo, ausente y dedicada a otros menesteres domésticos.

El Ejército demostró en La Huacana no sólo profesionalismo, sino sentido común. Pero no basta con reconocer la sangre fría para no responder con la fuerza a las provocaciones criminales. Las Fuerzas Armadas están mostrando que la crisis de seguridad no es de policías, sino de sentido de Estado, es decir, de seguridad interior.

Pero hasta donde se tienen elementos, no hay una iniciativa para reconstruir la cohesión de la República y rehacer la fortaleza y la hegemonía del Estado.

Por eso la Guardia no va a resolver Michoacán, sino que seguirá dándole de escobazos al avispero criminal.

Zona Zero

La única lectura al libro-bomba contra una senadora de Morena se localiza en el grado de polarización que se ha profundizado en la sociedad. Lo de menos es que haya sido de baja explosión y la destinataria hubiera salido con heridas leves. Lo grave es el uso de técnicas terroristas que no se justifican ni por ideas políticas. El país requiere de frenar la polarización y reconstruir los puentes del entendimiento. Si no, todos van a salir perdiendo.

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