Europa no ha muerto. El tan temido “tsunami” eurófobo populista nunca llegó al Parlamento Europeo, a pesar del triunfo dentro de sus fronteras de los grandes portavoces del euroescepticismo de derecha: Marine Le Pen en Francia, Viktor Orbán en Hungría, Matteo Salvini en Italia, Nigel Farage (del partido del Brexit) en Reino Unido o Jaroslaw Kaczynski del conservador PiS en Polonia.

Todos juntos tienen 171 de los 751 escaños de la Eurocámara, insuficientes para bloquear a los europeístas que, si bien siguen dominando, se ven más fragmentados que nunca. ¿Para cuándo el consenso?

Impresiona el inusual interés que despertaron estos comicios, la participación, de 51%, ha sido la más alta desde hace dos décadas. La principal lectura que le podemos dar a este dato: a los europeos les interesa cada vez más esta Europa tan convulsionada, por un lado por el movimiento tectónico que produjo el Brexit, por otro, por el entierro definitivo del bipartidismo tradicional (democristianos versus socialdemócratas) que reinaba en la Eurocámara desde 1979.

Otra revelación de la cita europea fue el auge de los verdes que consiguieron trasladar a las urnas la creciente preocupación por el cambio climático. Con 67 asientos, 17 más que en 2014, los ecologistas marcarán la agenda en los próximos años. Hay otro gran avance, el de los liberales de Alde, convertidos en un dique de contención contra el asalto nacional-populista.

En Francia, la ultraderechista Marine Le Pen obtuvo la soñada revancha dos años después de su derrota en las presidenciales contra el liberal centrista Emmanuel Macron. Con un punto de ventaja le ganó en las urnas al actual mandatario galo, debilitado tras seis meses de la explosión social de los chalecos amarillos. Macron recibió un castigo de sus compatriotas, una lección de humildad. Le Pen ya prepara el terreno para lanzar la carrera al Palacio del Elíseo en 2022.