El uso de los retenes policiacos es una última instancia cuando se carece de diagnóstico del crimen organizado/desorganizado y no se cuenta con una inteligencia suficiente para identificar delincuentes.

Los retenes, así, son un mensaje de que se hace algo; ¿qué?, no se sabe a ciencia cierta.

Por eso llama la atención el regreso de los retenes policiacos a las calles de la Ciudad de México en busca de armas y droga. Las autoridades no persiguen delincuentes, no se suben a microbuses ni taxis, no previenen asaltos en las calles embotelladas.

Los retenes regresaron y los defensores de los derechos humanos miran a otro lado, la CNDH y la de la CDMX.

El personal policiaco asignado carece de entrenamiento, no sabe identificar licencias de portación, no está capacitado en psicología criminal, sólo intimidan.

En este sentido, su intención es inhibitoria contra la ciudadanía, no contra los delincuentes. Al contrario, generan repudio porque les reclaman que mejor persigan delincuentes en sus madrigueras.

Y por alguna razón, los policías en retenes suelen escoger a ciudadanos espantados con los retenes. A ellos les pueden vender fácil su fuerza policial.

Un retén es el reconocimiento en los hechos de que la autoridad ignora todo sobre la delincuencia; al azar es posible que decomisen alguna droga y algunas armas de ciudadanos no organizados.

Y si se parte de que el criterio de que los delincuentes se trasladan en vehículos, es muy fácil un curso de adiestramiento para detener autos sospechosos, no al ahí se va.

Los policías que revisan se miran unos a otros, no existe un protocolo -o no lo saben usar- de revisión, “¿y ahora qué, pareja?”, “pues déjalo ir”, no saben revisar autos, no saben registrar a las personas.

En fin, regresaron los retenes a la CDMX más como efecto intimidatorio social que como estrategia de seguridad planeada.

Zona Zero

Todo acto de violencia tiene un mensaje oculto. El asesinato del ministerio público Alfonso Urueta Mendoza lleva el suyo: lo de menos es que haya sido por un caso en particular sin relación con algún cártel capitalino; el efecto de la intimidación en la percepción ciudadana pregunta quién va a cuidar a los ciudadanos, si los oficiales para esos menesteres son víctimas de la delincuencia.

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