Comprender la estrategia que llevó a López Obrador al poder no requiere de mucho análisis. Una carrera pragmática, perseverante y que polarizó al país fueron los ingredientes para que este astuto dirigente lograra impulsar la verdadera transición política del país, no en los términos que muchos hubiésemos querido, pero finalmente se trató de un cambio sin precedentes en nuestra historia reciente.

López Obrador dice lo que piensa y hace lo que dice. No tiene mayor ciencia. Su accidentado camino a la Presidencia de la República fue edificado sobre la base de una confrontación con los poderes establecidos y de una visión maniquea de la sociedad. Dieciocho largos años en los que el tabasqueño no dio tregua y en los que no desperdició ni un día en la edificación de su proyecto político.

En los últimos años, López Obrador consolidó esta estrategia a través de la construcción de una percepción negativa de Enrique Peña Nieto y de cualquier acción que éste emprendiera. De manera simplista, se generó la imagen de un gobierno ineficiente y que alentaba la corrupción. Para ello, el tabasqueño estuvo acompañado por un eficiente ejército de seguidores en redes sociales que supo crear un ambiente adverso para la pasada administración.

Todos aquellos medios, empresarios, profesionistas, académicos, clases medias y burócratas, entre otros, que en su momento se sumaron a la campaña de descalificación y burla en contra de Peña Nieto contribuyeron a formar ese caldo de cultivo que llevó a López Obrador a la victoria electoral. Hoy, muchos de ellos no caben de indignación por lo que ha acontecido en estos meses.

Lo que sea, al Presidente las cosas le han salido bien, al menos sin los costos que debiera de asumir por las decisiones adoptadas en este corto periodo. Los números así lo acreditan. En su evaluación para marzo pasado, Consulta Mitofsky señala que el primer mandatario cuenta con un nivel de aprobación del 67%. GEA-ISA ubica su popularidad en 69%, mientras que Covarrubias y Asociados la coloca en 84%.

Una de las razones que explican esta altísima tasa de aprobación es la ausencia de una oposición estructurada. Son pocas las voces serias y con argumentos sólidos las que se alzan en medio de una sociedad polarizada, cuya mayoría, por ahora, difícilmente dejará de creer en los postulados del Presidente de la República.

Mientras las posiciones -críticas o a favor de López Obrador- se mantengan polarizadas, la construcción de opciones al nuevo régimen será cada día más difícil. Pretender que la difusión de hashtags en redes sociales o la convocatoria a marchas para pedir la renuncia del Presidente sean el camino ideal para generar contrapesos se antoja como una opción con pocas posibilidades de salir avante.

Segundo tercio. Aplausos anticipados a la iniciativa que presentará la bancada de Morena en el Senado con la que se buscar establecer que el servicio de estacionamiento en los centros comerciales sea gratuito.

Tercer tercio. Con pasivos superiores a los 18 mil millones de pesos, el ISSSTE requiere de una urgente inyección de liquidez para salir de la quiebra financiera que su propio director de Normatividad de Administración y Finanzas, Mario Zenteno, decretó.