La semana trajo una novedad importante: la popularidad del presidente López Obrador, que no sólo se había mantenido, sino que había crecido durante los primeros dos meses de su gobierno, cayó sensiblemente: hasta 13%. No es irrelevante. Aunque es normal que los Presidentes empiecen con una popularidad elevadísima que luego cae –le pasó a Fox, le pasó a Peña, y la lista sigue–, la de AMLO parecía realmente a prueba de balas, para beneplácito de sus intelectuales más a modo y para desesperación de sus críticos, incapaces de entender cómo la opinión pública podía ser tan inmune a decisiones tan malas como la del aeropuerto, engaños tan flagrantes como las consultas públicas o pronósticos nada buenos para la economía. Bien, resultó que no: la opinión pública no era inmune.

Y es que, como escribió Sergio Negrete Cárdenas en un artículo, la realidad alcanzó, y muy rápido, al Presidente. Primero, la económica. No es sólo que cada vez más organismos recortan el pronóstico de crecimiento, que ni de broma llegará a 4% prometido, que de hecho estará por debajo del promedio de los sexenios pasados y que tal vez no alcance siquiera 1%. Es que cayó el empleo formal de forma sustantiva, es que cayeron también la recaudación y la creación de empleos en general. Hay factores externos, sin duda. Pero el asunto es que al Presidente le empiezan a estallar en las manos sus decisiones. Texcoco, de entrada, está resultando carísimo en muchos niveles. Pero la terquedad con Pemex, el despropósito de Dos Bocas, la cancelación de acuerdos de la CFE, la caída del turismo que tan bien iba, los apagones de luz marca Bartlett, el desabasto pasado y el que se viene terminan por minar la fe y el buen humor.

Y no es sólo la economía. Es la seguridad: se dispararon todos los índices; para empezar el de homicidios. Es que la medicina pública nomás no jala, y eso que nunca ha estado como para salir a bailar a las calles. Es que Trump nos insulta, nosotros callamos y aun así el T-MEC está en veremos. Es que los profes de la CNTE hacen lo que les parece, impunemente. Es que nos prometieron luchar contra la corrupción y no sólo no hay un encarcelado, sino que al director de Canal 14 lo corrieron cuando anunció que tenía la intención de investigar eso, la corrupción.

¿Adiós a la popularidad? El Presidente sigue siendo muy querido, y lo único que tiene que hacer para que esa realidad no se transforme drásticamente es rectificar. Así que probablemente sí: esa popularidad se va a deshacer como un puñado de arena.