Al Presidente independentista catalán, Quim Torra, se le han afilado el rictus y los colmillos. Parece un vampiro poco corriente. Y es que jamás nadie había conseguido que una sociedad catalana estuviera tan dividida y con tantas ganas de represalias como lo ha hecho Quim Torra.

El Presidente independentista catalán lleva ya año y medio avivando la llama del rencor, un día sí y otro también, hasta que el fuego se ha hecho real y quiere comerse la casa de todos los catalanes.

Quim Torra ha conseguido que, por primera vez, quien les escribe pueda decir que la violencia en Cataluña va a ser real. Pero no solamente con presencia policial o cargas de las Fuerzas de Seguridad del Estado. No. Estoy hablando de una violencia con posibles consecuencias indeseables.

Este próximo viernes, el Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha convocado a su Consejo de Ministros en la ciudad de Barcelona. Los CDR y la ANC, las dos asociaciones catalanas independentistas, han regado las redes sociales de manifestaciones y paralizaciones por toda Cataluña. Hasta donde he podido contar habrá cerca de cien concentraciones, aunque probablemente sean más. Pretenden paralizar toda la Comunidad Autónoma Catalana. Quieren que nadie pueda ir a trabajar. Pretenden parar puertos, aeropuertos, trenes, taxis, cualquier medio de transporte para que colapse no sólo Cataluña, sino el resto del Estado Español. Quieren pasar de la “revolución de las sonrisas” a una revolución más efectiva.

Pero, además, el irresponsable de Quim Torra ha dicho frases muy serias en los últimos días que han enardecido a las huestes independentistas catalanas. La invocación a la vía eslovena, es decir, a la independencia catalana por medio de la fuerza ha encendido la mecha. La llamada a los “mártires” muertos en una lucha contra las Fuerzas de Seguridad del Estado ha encendido la hoguera. Porque lo que Quim Torra realmente quiere es lo que ya dijo, que haya muertos el próximo viernes. Si así fuere, quedaría “legitimado” el conflicto catalán para que, ahora sí, pudiera convertirse en un estadillo social de efectos muy perniciosos.

Torra quiere también esos muertos de cara a la Comunidad Internacional para poder justificar tanto detrito secesionista. Porque al final el nacionalismo catalán no es distinto al resto de los nacionalismos, de los populismos, de los totalitarismos.

La sociedad occidental está sufriendo una degeneración no comparable con ningún otro momento de la historia. Los ciclos del paso del primer milenio al segundo, el de la Edad Media al Renacimiento o el del Barroco al Neoclasicismo, fueron indicadores de cómo se degrada la sociedad. Sin embargo, jamás fue como lo está siendo en la actualidad.

Los nacionalismos son el mal de los últimos dos siglos. En muchas ocasiones terminaron en guerra.